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EDITORIAL


Retos titánicos

El nuevo presidente salvadoreño, Mauricio Funes, se enfrentará a la miseria, hermana y madre de la violencia, que se ensaña con el 30% de la población salvadoreña que sobrevive bajo la línea

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Martes 02 junio, 2009


Editorial


El traspaso de poderes de El Salvador es histórico. Marca la primera alternancia de partidos políticos en el gobierno desde el final de la guerra civil, y el inicio de la primera administración del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. Evidencia la madurez de la democracia salvadoreña. También marca el banderazo de salida para Mauricio Funes, presidente salvadoreño, quien desde ayer carga sobre sus hombros la responsabilidad de aliviar las penurias de un pueblo torturado por la violencia y la pobreza. Los asesinatos, las extorsiones, el narcotráfico y las violentas pandillas se han convertido en una mezcla peligrosa para este pequeño país centroamericano de poco más de 5,7 millones de habitantes, que registra el preocupante promedio de entre diez y 12 homicidios cada día. Las estadísticas revelan que durante la administración saliente, se ha registrado cada año, salvo en 2007, un alza en el número de homicidios, pese a que en agosto de 2004, año en el que Saca llegó al poder, lanzó el Plan Super Mano Dura contra las pandillas. La miseria, hermana y madre de la violencia, se ensaña con el 30% de la población salvadoreña que sobrevive por debajo de la línea de pobreza. La economía, altamente dependiente de las remesas enviadas por quienes buscaron mejor suerte en Estados Unidos a sus familias, se ve afectada por la crisis económica en el país del Norte. Los retos para el gobierno de Funes son más que grandes, titánicos. En su discurso durante la ceremonia de traspaso de poderes, el ex periodista hizo hincapié en la necesidad de establecer un nuevo modelo en el país que elimine las desigualdades, prometió luchar contra la corrupción y advirtió del acecho de las oscuras acciones del narcotráfico y el crimen organizado. Un liderazgo determinado a combatir la pobreza, comprometido con el bienestar de la mayoría, inflexible frente al crimen organizado y abocado a educar a los ciudadanos es lo que esperan los salvadoreños. Exactamente lo mismo a lo que aspiran los costarricenses.









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