Réquiem por los tiburones
| Miércoles 23 junio, 2010
Réquiem por los tiburones
La pesca del tiburón se ha transformado dramáticamente. Lo que se inició como una pesca incidental y a veces indeseada, se volvió una de las capturas más importantes de la flota pesquera. Para 2003 los desembarcos de tiburones superaron las 9 mil TM, lo que implica que cerca de 400 mil tiburones fueron capturados ese año.
La captura ha venido disminuyendo en el último lustro, no por falta de esfuerzo pesquero, sino porque las poblaciones ya se han reducido notablemente. Aun así en los últimos cinco años cerca de 6.500 TM de tiburón (alrededor de 300 mil tiburones) se descargan anualmente en nuestros muelles y de estas alrededor de 3.400 TM son exportadas.
La escasez de otras especies, ya sobreexplotadas, y los bajos precios a que se vende, han hecho del tiburón un componente fundamental de nuestras pescaderías, restaurantes y cocinas. En la última década, un negocio más rentable sustituyó la venta de carne de tiburón.
Al otro lado del mundo, los asiáticos consideran la sopa de aleta de tiburón un lujo y están dispuestos a pagar docenas de dólares por el kilo de aletas. La práctica inmoral de capturar al tiburón, cercenarle sus aletas y devolverlo mutilado y vivo al mar pronto se extendió en nuestras costas. Aun hoy en día, luego de que el país prohibió el desembarco de aletas separadas del tiburón, y de un amplio rechazo social, esta práctica continúa.
Las implicaciones sociales, económicas y ambientales son preocupantes. No solo es el tiburón uno de los principales productos pesqueros en la dieta costarricense (aun sin que sepamos que eso es lo que comemos), sino que cerca de 16 mil pescadores artesanales dependen en algún grado de su comercialización.
Adicionalmente, el tiburón es un grupo de especies claves en el ecosistema marino. Su actividad predatoria mantiene a otras especies bajo control evitando desbalances en las redes alimentarias del mar.
La presión sobre los tiburones es excesiva. Ya especies como el tiburón martillo, el tiburón tigre y el tiburón toro han sido agregados a la lista de especies en peligro de extinción. Y es que la biología de estas especies no tolera bien la sobrepesca.
Los tiburones son un grupo de especies que crece lento y tiene ciclos de reproducción muy largos. Por ejemplo, una hembra de tiburón martillo produce solo entre 20 y 30 crías luego de casi un año de gestación, estas crías alcanzarán su edad reproductiva después de 15 largos años. Con estos largos ciclos de vida, las poblaciones tienen poca probabilidad de recuperarse de la pesca.
El manejo de las pesquerías de tiburón no puede analizarse en forma desligada del resto de nuestras acciones en el mar, pero es un ejemplo más del pobre manejo que estamos haciendo de nuestros recursos marinos.
La actual sobreexplotación del tiburón se viene a sumar a la sobreexplotación del camarón, la sardina, las corvinas, las chuchecas y muchas otras especies que se redujeron a raíz de la sobrepesca, la pesca de arrastre y la contaminación de nuestros estuarios.
O empezamos a ordenar nuestras acciones en el mar o pronto estaremos pagando un réquiem por los tiburones.
Jorge A. Jiménez
Director general
Fundación Marviva
La pesca del tiburón se ha transformado dramáticamente. Lo que se inició como una pesca incidental y a veces indeseada, se volvió una de las capturas más importantes de la flota pesquera. Para 2003 los desembarcos de tiburones superaron las 9 mil TM, lo que implica que cerca de 400 mil tiburones fueron capturados ese año.
La captura ha venido disminuyendo en el último lustro, no por falta de esfuerzo pesquero, sino porque las poblaciones ya se han reducido notablemente. Aun así en los últimos cinco años cerca de 6.500 TM de tiburón (alrededor de 300 mil tiburones) se descargan anualmente en nuestros muelles y de estas alrededor de 3.400 TM son exportadas.
La escasez de otras especies, ya sobreexplotadas, y los bajos precios a que se vende, han hecho del tiburón un componente fundamental de nuestras pescaderías, restaurantes y cocinas. En la última década, un negocio más rentable sustituyó la venta de carne de tiburón.
Al otro lado del mundo, los asiáticos consideran la sopa de aleta de tiburón un lujo y están dispuestos a pagar docenas de dólares por el kilo de aletas. La práctica inmoral de capturar al tiburón, cercenarle sus aletas y devolverlo mutilado y vivo al mar pronto se extendió en nuestras costas. Aun hoy en día, luego de que el país prohibió el desembarco de aletas separadas del tiburón, y de un amplio rechazo social, esta práctica continúa.
Las implicaciones sociales, económicas y ambientales son preocupantes. No solo es el tiburón uno de los principales productos pesqueros en la dieta costarricense (aun sin que sepamos que eso es lo que comemos), sino que cerca de 16 mil pescadores artesanales dependen en algún grado de su comercialización.
Adicionalmente, el tiburón es un grupo de especies claves en el ecosistema marino. Su actividad predatoria mantiene a otras especies bajo control evitando desbalances en las redes alimentarias del mar.
La presión sobre los tiburones es excesiva. Ya especies como el tiburón martillo, el tiburón tigre y el tiburón toro han sido agregados a la lista de especies en peligro de extinción. Y es que la biología de estas especies no tolera bien la sobrepesca.
Los tiburones son un grupo de especies que crece lento y tiene ciclos de reproducción muy largos. Por ejemplo, una hembra de tiburón martillo produce solo entre 20 y 30 crías luego de casi un año de gestación, estas crías alcanzarán su edad reproductiva después de 15 largos años. Con estos largos ciclos de vida, las poblaciones tienen poca probabilidad de recuperarse de la pesca.
El manejo de las pesquerías de tiburón no puede analizarse en forma desligada del resto de nuestras acciones en el mar, pero es un ejemplo más del pobre manejo que estamos haciendo de nuestros recursos marinos.
La actual sobreexplotación del tiburón se viene a sumar a la sobreexplotación del camarón, la sardina, las corvinas, las chuchecas y muchas otras especies que se redujeron a raíz de la sobrepesca, la pesca de arrastre y la contaminación de nuestros estuarios.
O empezamos a ordenar nuestras acciones en el mar o pronto estaremos pagando un réquiem por los tiburones.
Jorge A. Jiménez
Director general
Fundación Marviva