Rehabilitación carcelaria
| Viernes 20 noviembre, 2009
Rehabilitación carcelaria
El diagnóstico de las cárceles en Costa Rica nos indica que estas son instituciones de mucha violencia y de desvalorización de las personas, que no reúnen las condiciones de convivencia y de infraestructura básicas, para una buena reinserción y rehabilitación social.
El hacinamiento es uno de los principales problemas que hay que atender, ya que ha convertido nuestras cárceles en bodegas para humanos, lo que supone un deterioro en las condiciones de vida de los internos que son sometidos a un castigo social.
Está claro que la cárcel no es un centro de rehabilitación, por lo que es imperioso convertir esos centros de detención en lugares de rehabilitación y reintegración a la vivencia social, en lo cual cada interno se haga cargo de su segunda oportunidad.
Según la ley de rehabilitación del delincuente, estos centros deben combatir la ociosidad y educar al privado de libertad en actividades productivas que le sirvan dentro del penal, y que a la vez lo preparen para encarar los desafíos de la vida una vez en libertad.
Esa intencionalidad debe ser complementada por medio de seminarios, talleres de salud mental, charlas espirituales, psicoterapia individual y grupal que les permita mejorar las condiciones de convivencia.
Sin embargo, una sociedad en donde el Estado cumple a medias con los derechos naturales de los seres humanos como lo son el derecho al trabajo, salud, vivienda, educación, corre el riesgo de vivir intramuros e inseguro.
No obstante, la falta de seguridad, ha conducido a la población hacia la deshumanización de nuestras relaciones de convivencia. Lo que significa, que la privación de libertad se ha convertido en la principal respuesta en el mundo para intentar disminuir la tasa de criminalidad.
El desafío actual es que al no contar con infraestructura adecuada para que las penas se cumplan en forma digna, es imposible que el Estado cumpla su rol de rehabilitar y otorgar oportunidades a los presos.
Se pueden esgrimir razones políticas e incluso económicas para explicar el problema de las cárceles del país, pero debe entenderse que mientras persistan tales condiciones, existirá siempre un vacío peligroso en el planteamiento de la lucha contra el crimen.
Las autoridades nacionales han incrementado las capturas y encarcelamientos, haciéndonos sentir más seguros. Sin embargo esta explosión penitenciaria no ha ido de la mano de un incremento en la inversión pública en programas de rehabilitación.
Finalmente, ingresar población carcelaria es aumentar las probabilidades de mayor violencia, hay que encontrar medidas alternativas y evitar que las cárceles sigan siendo escuelas del delito.
Luis Fernando Allen Forbes
Director ejecutivo
Asociación Salvemos el Río Pacuare
El diagnóstico de las cárceles en Costa Rica nos indica que estas son instituciones de mucha violencia y de desvalorización de las personas, que no reúnen las condiciones de convivencia y de infraestructura básicas, para una buena reinserción y rehabilitación social.
El hacinamiento es uno de los principales problemas que hay que atender, ya que ha convertido nuestras cárceles en bodegas para humanos, lo que supone un deterioro en las condiciones de vida de los internos que son sometidos a un castigo social.
Está claro que la cárcel no es un centro de rehabilitación, por lo que es imperioso convertir esos centros de detención en lugares de rehabilitación y reintegración a la vivencia social, en lo cual cada interno se haga cargo de su segunda oportunidad.
Según la ley de rehabilitación del delincuente, estos centros deben combatir la ociosidad y educar al privado de libertad en actividades productivas que le sirvan dentro del penal, y que a la vez lo preparen para encarar los desafíos de la vida una vez en libertad.
Esa intencionalidad debe ser complementada por medio de seminarios, talleres de salud mental, charlas espirituales, psicoterapia individual y grupal que les permita mejorar las condiciones de convivencia.
Sin embargo, una sociedad en donde el Estado cumple a medias con los derechos naturales de los seres humanos como lo son el derecho al trabajo, salud, vivienda, educación, corre el riesgo de vivir intramuros e inseguro.
No obstante, la falta de seguridad, ha conducido a la población hacia la deshumanización de nuestras relaciones de convivencia. Lo que significa, que la privación de libertad se ha convertido en la principal respuesta en el mundo para intentar disminuir la tasa de criminalidad.
El desafío actual es que al no contar con infraestructura adecuada para que las penas se cumplan en forma digna, es imposible que el Estado cumpla su rol de rehabilitar y otorgar oportunidades a los presos.
Se pueden esgrimir razones políticas e incluso económicas para explicar el problema de las cárceles del país, pero debe entenderse que mientras persistan tales condiciones, existirá siempre un vacío peligroso en el planteamiento de la lucha contra el crimen.
Las autoridades nacionales han incrementado las capturas y encarcelamientos, haciéndonos sentir más seguros. Sin embargo esta explosión penitenciaria no ha ido de la mano de un incremento en la inversión pública en programas de rehabilitación.
Finalmente, ingresar población carcelaria es aumentar las probabilidades de mayor violencia, hay que encontrar medidas alternativas y evitar que las cárceles sigan siendo escuelas del delito.
Luis Fernando Allen Forbes
Director ejecutivo
Asociación Salvemos el Río Pacuare