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Reforma fiscal: Capital y costo político

Daniel Calvo dacasa86@gmail.com | Lunes 28 mayo, 2018


Reforma fiscal: Capital y costo político

La llegada de nuevos inquilinos tanto en Zapote como en Cuesta de Moras si bien no supone un “borrón y cuenta nueva” como algunos pretenden, sí representa una nueva oportunidad para hacer mejor las cosas y en el caso especial del Poder Ejecutivo, una para no repetir los mismos errores del pasado, sobre todo ahora, que la curva de aprendizaje no debería ser una excusa para el partido de gobierno.

Lecciones del pasado. La saliente administración estuvo marcada por una pésima administración no solo de las expectativas a la hora de llegar al poder —a todas luces irresponsables—, sino también del capital político, el cual prácticamente derrochó y dilapidó en simbólicos pero intrascendentes actos durante los primeros años de gobierno, para llegar al final de su mandato sin el suficiente oxígeno para emprender necesarias reformas en una serie de ámbitos. ¿Repetirá la actual administración el mismo patrón? Esperemos que no.

El capital político de esta nueva administración debería administrarse con inteligencia y estrategia, teniendo en cuenta el poco margen de maniobra con el que contará en términos legislativos la fracción de gobierno, donde un paso en falso representaría un suicidio en términos políticos, que podría adelantar la erosión de su capital político antes de los 18 meses de duración previstos, cuando los aires electorales nuevamente vuelvan a soplar por motivo de las elecciones municipales.

Interrogantes llenas de cálculo. De ahí que el próximo Poder Ejecutivo deba plantearse: ¿Vale la pena asumir un alto costo político al inicio de una gestión por una reforma fiscal “cosmética”? ¿Por qué no emprender una reforma mucho más ambiciosa desde cero, aprovechando el capital político inicial?

Valga la pena entonces aclarar el término “cosmética”, al cual hacemos referencia en razón de que una eventual aprobación del expediente 20.580 “Fortalecimiento de las Finanzas Públicas”, únicamente aportaría de manera aproximada recursos equivalentes a un 2,4% del Producto Interno Bruto (PIB), cifra considerada insuficiente hasta por el propio Presidente de la República, quien está consciente de que el proyecto es tan solo un primer abordaje en la materia y que probablemente tendrá que recurrir a un nuevo plan más adelante en su gestión.

Las preguntas anteriores deambulan también por la cabeza de algunas figuras de oposición, quienes por otro tipo de cálculos han variado su posición en torno a la reforma, abogando ahora por un acuerdo que les permita modificar el procedimiento especial de 208 bis definido inicialmente, para poder tener la oportunidad de presentarle nuevas mociones no afectando su derecho de enmienda. Situación que esperamos ayude a que el expediente no vaya a trastabillar —adrede o no— en la Sala Constitucional, que al final es a la que siempre se le termina trasladando el costo político del fracaso de la reforma.

El peligro de precipitarnos. Estamos claros en que la reforma por más que sea “cosmética”, es urgente y necesaria para enviar señales positivas a las calificadoras de riesgo con el fin de que mejoren o al menos mantengan la perspectiva o calificación de nuestro país, lo que nos facilitaría nuevamente opciones de crédito a nivel internacional y la atracción de inversiones

Empero, el riesgo de sacrificar gran parte del capital político de esta administración desde el inicio, tensando la relación con grupos de presión —sindicatos y empresarios— así como con la sociedad civil, por el impulso de una solución paliativa apresurada y no una integral que contemple el control de los principales disparadores del gasto y meta bisturí al empleo público, es muy alto.

Requerimos gobernantes que realicen lecturas prudentes sobre el timing, entorno y la forma de tramitar una reforma fiscal en momentos tan complejos.






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