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¿Quiere optimismo? Apague el televisor

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Sábado 10 julio, 2010




¿Quiere optimismo? Apague el televisor
Un estudio ha hallado una correlación entre el pesimismo ante el futuro económico y el tiempo que uno pasa frente al televisor

A la televisión, en algunos lugares conocida como “caja tonta”, se le atribuyen superficialidad y sensacionalismo. Un estudio de investigadores israelíes ha hallado además una correlación entre el pesimismo ante el futuro económico y el tiempo que uno pasa frente al televisor.
“Cuanta más televisión se ve, más pesimista se es sobre el futuro económico tanto personal como del país”, explica a EFE el director de la investigación, Amir Hetsroni, del centro académico de Samaria, ubicado en Ariel, un gran asentamiento judío en el norte del territorio palestino ocupado de Cisjordania.
Hetsroni llegó a esta conclusión tras analizar las respuestas que 356 estudiantes israelíes de licenciatura dieron en enero y febrero de 2009 a un cuestionario sobre su perfil demográfico, su confianza en el futuro e instituciones y su empleo del ocio.
Quienes pasan más horas frente a la pequeña pantalla suscribieron en mayor medida predicciones pesimistas para el año que viene, del estilo “Perderé el empleo”, mientras que descartaron optimistas, como “La Bolsa subirá”.
Los estudiantes confesaron ver casi tres horas y media diarias de televisión, la media del país, concretamente programas de entretenimiento (un 60% del tiempo) e informativos (40%).
Resulta especialmente interesante que el estudio sólo encontró correlación entre el pesimismo y el número de horas frente a la “caja tonta”, no el tiempo que se escucha la radio, se navega por Internet o, incluso, que se ve noticieros en la televisión.
Hetsroni explica esta aparente paradoja: “Generalmente uno no está influido por aquello que uno sabe que puede influirle. La influencia que ejerce la televisión es, por el contrario, totalmente inconsciente, primaria, podríamos decir. En un noticiero o en un periódico, por ejemplo, uno sabe que hay ciertos intereses detrás y por eso está, en cierto modo, vacunado contra ellos”.
El autor del estudio, doctor en Comunicación Mediática, lo compara con una visita al gerente del banco de toda la vida: “Le escuchas y confías en él, pero sabes que también te aconseja en base a intereses propios”.
La correlación está ahí, pero resulta imposible saber si fue primero el huevo o la gallina, es decir, si los contenidos televisivos nos hacen sentir que estaremos peor de lo que estamos o si quienes pasan horas hipnotizados por la pantalla con el mando a distancia en la mano llevan una vida pasiva e insatisfactoria que les conduce al pesimismo.
“La respuesta más honesta es que no lo podemos saber. Habría que seguir a alguien durante muchos años para ello. Puede que haya una relación bidireccional”, explica Hetsroni, que presentó sus tesis en la conferencia anual de la Asociación Internacional de Comunicación celebrada en Singapur el mes pasado.
Los autores de la investigación (Hetsroni, Zachary Sheaffer, también del centro de Ariel; Uri Ben Zion y Mosi Rosenboim, de la Universidad Ben Gurión, en el sur de Israel) reconocen que haber preguntado únicamente a estudiantes de licenciatura “resta validez externa” a las conclusiones porque la muestra no representa al conjunto de la sociedad israelí.
“Era necesario que la muestra tuviera un mínimo interés y conocimientos sobre economía”, justifica Hetsroni.
En el Reino Unido, Estados Unidos, Alemania y Australia se llevarán a cabo experimentos similares.
A tenor de los resultados del estudio, la tele, que carga ya con el sambenito de mil y una influencias negativas, podría además empeorar la actual crisis económica mundial.
El texto de la investigación subraya que el “consumo masivo de televisión puede llevar a la gente a esperar lo peor”, lo que podría originar una bajada del consumo y un regreso al ahorro en los hogares capaz de “profundizar los ciclos de recesión”.
Y es que, según el estudio, hasta la tele reino de la evasión y refugio en tiempos difíciles puede quitar la sonrisa de los labios.

Jerusalén / EFE






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