Profetas de UE se apresuran a vaticinar el apocalipsis europeo
Bloomberg | Viernes 15 abril, 2016
Si busca en Google “colapso de la Unión Europea” en inglés encontrará unos 32,6 millones de resultados.
Hay muchas profecías que vaticinan que la preocupación por la economía, las olas de refugiados, el terrorismo, el populismo, las vallas en las fronteras, el resentimiento hacia los alemanes, el distanciamiento de los británicos, la beligerancia rusa y la indiferencia de Estados Unidos (la lista de fatalidades continúa) acabarán fragmentando la unión en bloques regionales más pequeños o, en el peor de los casos, en 28 estados inconexos.
Hay semillas de verdad en estas historias apocalípticas de la UE: el Reino Unido podría decidir marcharse del bloque, Grecia podría quedarse fuera de la zona euro y una carga cada vez mayor podría agravar el sentimiento antieuropeo en Alemania, el mayor país del bloque de 500 millones de personas, con una situación geográfica clave, y que hasta ahora ha sido el guardián del sistema.
Sin embargo, con frecuencia, estas profecías tienden a ser más un reflejo del sesgo del mercado de pronósticos y de la obsesión mediática con la negatividad.
Las previsiones sobre las distintas posibilidades para la unión -la mayoría cuenta con tres y un ejercicio reciente de la agencia de gestión de fronteras de la UE imaginó hasta siete futuros alternativos- han de incluir el apocalipsis como una opción.
Según Roubini Global Economics, hay una probabilidad del 40% de que la UE no sobreviva en su actual forma hasta el 2025; una estimación razonable, ya que es posible que el Reino Unido abandone pronto el bloque europeo y tiente a otros a seguir su ejemplo.
Pero también cree que hay una probabilidad del 40% de una inestabilidad permanente de la UE y de un 20% de una Europa más unida en torno a una zona euro integrada fiscalmente.
Brunello Rosa, el principal autor de la previsión Roubini, dice no especializarse en líneas de pensamiento fatalistas, aunque ve un riesgo creciente de accidentes como la salida del Reino Unido, el cierre de algunas fronteras internas, la crisis de liderazgo de Alemania o los intentos fallidos del Banco Central Europeo de reanimar la economía de la zona euro.
“No es cuestión de que se vaya todo al traste”, dijo Rosa. “Hay que describir de forma muy específica cuáles son los canales que podrían llevar a una menor operatividad de la Unión Europea y, desde esa disminución de la operatividad, a una posible desintegración”.
El problema con las previsiones catastróficas es que requieren, no que uno, sino que todos los 28 países abandonen el bloque y que los 19 usuarios del euro vuelvan a sus monedas nacionales.
Ni siquiera los detractores más acérrimos de la UE esperan que ocurra esto. Al abandonar la UE, los estados desconectados tendrían que encontrar nuevas formas de organizar los asuntos de un continente que genera un producto interior bruto de unos $17 billones, muy cerca del de Estados Unidos.
Es lógico pensar que aquellos darían con algo como la UE actual, la cual, pese a todos los atascos, supera las alternativas que ha vivido Europa en su pasado fragmentado y bélico. El apoyo popular al euro, al mercado único y al libre movimiento de trabajadores en la Unión Europea es sólido; mientras que el 55% de los europeos encuestados en noviembre dijeron que no confían en el bloque, un 66% manifestó desconfianza por sus respectivos gobiernos nacionales.