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Leopoldo Barrionuevo leopoldo@amnet.co.cr | Sábado 12 abril, 2008


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ELOGIOS

Leopoldo Barrionuevo

Si le gusta prestar y considera que es lo correcto para mantener familia y amigos felices y agradecidos, no hay ningún problema: al fin y al cabo, solo se trata de dinero. Y de dinero suyo. Pero pronto comprenderá que hay mucho detrás y para averiguarlo, lo mejor es pedirle a un banco para que compruebe así todos los recaudos que toman para asegurarse que usted pueda demostrar que no necesita ese préstamo en lo absoluto.
Pero con el banco recibirá varias veces menos de lo que le exigen cuando le prestan (las llaman tasas activas y pasivas), se dará cuenta que el que presta —Shylock incluido— lo hace para sacarle algo que lo cubra y es que en esas condiciones se trabaja para los bancos que al final del cuento, lo que hacen es prestarle el dinero suyo y de otros clientes.
Si uno no es un banco, lo que presta facilita el crédito, que como proviene de creer debe significar que alguien cree que el otro pagará. Y como dijo un buen observador, el que presta dinero a un amigo o familiar, los pierde, incluido el dinero y corre el riesgo de quedar expuesto no solo a que no le paguen, sino que se enfaden con uno, le retiren el saludo y el deudor —por si fuera poco— se sienta ofendido por el reclamo.
Muchos préstamos se hacen con la garantía de la vida, cediendo el valor del seguro o parte de él si no llegamos a pagar antes del vencimiento, pero lo cierto es que hay que tener buena salud y poca edad para que se lo den, porque los aseguradores se aseguran primero antes de asegurarlo.
Quiere decir que siempre se presta sobre una garantía y no a sola firma, sino la de alguien que garantiza que se va a pagar, no importando si se trata del mismo garante, pero el resultado es el mismo que garantizar que un matrimonio va a durar. Bueno, también hay préstamos a sola firma, pero en esos casos la garantía es el electrodoméstico que adquirimos por varias veces su valor al incluir los intereses, cubriendo en el primer pago casi el costo del chunche, con derecho a devolución si no se cubren las incontables cuotas.
También nos queda aún un modo de préstamo a la ingenuidad: el juego. Todos saben que en esta vida nadie regala nada y más tarde o más temprano te pasan la factura por los errores cometidos; algunos prometen que en otras vidas te van a cobrar y las figuras son el cielo y el infierno; pero el juego es diferente porque uno sabe que la banca nunca pierde y solo paga después de haberse quedado con la mejor parte y pese a ello apostamos poco para obtener mucho como en la lotería, las tragamonedas, las carreras de caballo, el póquer, la ruleta y los casinos. Algunos te prestan para que juegues su dinero y el tuyo.
Un viejo dicho señalaba que era un error prestar el lapicero, el carro o la mujer, bueno, eso cambió: los lapiceros son desechables, los carros son un riesgo y la mujer no se presta porque no nos pertenece.
Pero la amistad, el amor y todo lo importante de esta vida, se acrecientan cuando alguien nos presta un poco de atención, algo que solo es posible cuando la atención se da en ambas direcciones. Es el mejor ejemplo para una constituir una sociedad de préstamos mutuos.
Los ticos saben todo esto, por eso no piden prestado: más bien preguntan ¿me regala esto? que es un modo de no comprometerse, si bien el interlocutor sabe que se trata de algo que uno va a pagar, sin embargo, en otras latitudes no se comprende esa amable solicitud. Mi sobrina Marcela, después de pasar dos años en Costa Rica retornó a Buenos Aires, ingresó a una cafetería del centro de la ciudad y despistada, le preguntó al salonero: “¿Me regala un café?”. Y la respuesta cortante fue “Aquí no regalamos nada”.

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