Política fiscal y desarrollo
| Jueves 20 marzo, 2008
Política fiscal y desarrollo
Wilmer Murillo
Al acercarse 2015, plazo para alcanzar los objetivos de desarrollo del milenio (ODM), cada vez se presta más atención a los impuestos, el gasto y las políticas financieras del gobierno para fomentar el desarrollo.
Algunos expertos se plantean ideas para que los países en desarrollo administren mejor sus escasos recursos públicos. Y manifiestan que uno de los principales mensajes para las autoridades es que la disciplina fiscal es clave para que el crecimiento favorezca a los sectores pobres.
Por otra parte, el gasto social financiado por la ayuda externa debe orientase hacia los pobres y, cuando en la gestión de gobierno no alcanzan, existe una posible solución del compromiso, entre la ayuda y la movilización de recursos internos.
De allí que se han empezado a recopilar estudios sobre la función de la política fiscal en el fomento del crecimiento económico en los países en desarrollo para rediseñar estrategias.
En general se acepta que la disciplina fiscal puede fomentar el crecimiento económico, reducir la pobreza y favorecer el desarrollo humano a largo plazo, pero es más complicado saber cuál es la política fiscal apropiada a corto plazo.
La mayoría de los economistas aduce que, en ciertos casos, la expansión fiscal puede ayudar a estimular la demanda agregada y reactivar a una economía estancada. Pero la política fiscal expansiva puede no surtir los beneficios previstos cuando los niveles de deuda pública, son altos o insostenibles, como ocurre en muchas economías en desarrollo, y también en la nuestra, que lleva a cuestas un pesado fardo de $11 mil millones.
El contraste de las hipótesis de que una orientación fiscal contractiva perjudica el crecimiento, muestra que esto no siempre ocurre. De hecho, una reducción del déficit fiscal, acompañada de cambios a la composición del gasto público, puede promover el crecimiento.
En casos de mala gestión de gobierno, la reducción del déficit fiscal parece ayudar a mejorar la productividad de los factores, ya que obliga al gobierno a utilizar los recursos más eficientemente.
Pero la mayor parte de los objetivos de desarrollo del milenio se centran en las dimensiones de la pobreza no correspondiente al ingreso, como el suministro de más educación y salud.
Para llegar a estas metas, los gobiernos de la mayoría de los países de bajo ingreso tendrían que gastar más en estos sectores y velar por que se asignen fondos a programas eficientes orientados hacia los sectores pobres. En cualquier caso el remedio es mejorar la administración de impuestos y reducir las exacciones que se hacen de la ayuda exterior y los recursos locales asignados a estos sectores.
Wilmer Murillo
Al acercarse 2015, plazo para alcanzar los objetivos de desarrollo del milenio (ODM), cada vez se presta más atención a los impuestos, el gasto y las políticas financieras del gobierno para fomentar el desarrollo.
Algunos expertos se plantean ideas para que los países en desarrollo administren mejor sus escasos recursos públicos. Y manifiestan que uno de los principales mensajes para las autoridades es que la disciplina fiscal es clave para que el crecimiento favorezca a los sectores pobres.
Por otra parte, el gasto social financiado por la ayuda externa debe orientase hacia los pobres y, cuando en la gestión de gobierno no alcanzan, existe una posible solución del compromiso, entre la ayuda y la movilización de recursos internos.
De allí que se han empezado a recopilar estudios sobre la función de la política fiscal en el fomento del crecimiento económico en los países en desarrollo para rediseñar estrategias.
En general se acepta que la disciplina fiscal puede fomentar el crecimiento económico, reducir la pobreza y favorecer el desarrollo humano a largo plazo, pero es más complicado saber cuál es la política fiscal apropiada a corto plazo.
La mayoría de los economistas aduce que, en ciertos casos, la expansión fiscal puede ayudar a estimular la demanda agregada y reactivar a una economía estancada. Pero la política fiscal expansiva puede no surtir los beneficios previstos cuando los niveles de deuda pública, son altos o insostenibles, como ocurre en muchas economías en desarrollo, y también en la nuestra, que lleva a cuestas un pesado fardo de $11 mil millones.
El contraste de las hipótesis de que una orientación fiscal contractiva perjudica el crecimiento, muestra que esto no siempre ocurre. De hecho, una reducción del déficit fiscal, acompañada de cambios a la composición del gasto público, puede promover el crecimiento.
En casos de mala gestión de gobierno, la reducción del déficit fiscal parece ayudar a mejorar la productividad de los factores, ya que obliga al gobierno a utilizar los recursos más eficientemente.
Pero la mayor parte de los objetivos de desarrollo del milenio se centran en las dimensiones de la pobreza no correspondiente al ingreso, como el suministro de más educación y salud.
Para llegar a estas metas, los gobiernos de la mayoría de los países de bajo ingreso tendrían que gastar más en estos sectores y velar por que se asignen fondos a programas eficientes orientados hacia los sectores pobres. En cualquier caso el remedio es mejorar la administración de impuestos y reducir las exacciones que se hacen de la ayuda exterior y los recursos locales asignados a estos sectores.