Partidos políticos y formación política
| Martes 28 julio, 2009
Partidos políticos y formación política
Tenemos un reto en la consolidación de nuestra institucionalidad democrática.
En la presentación de un libro en el que se analizaba el uso de los medios en la comunicación de los gobernantes, surgía una reflexión sobre la desafección que puede existir por parte de los ciudadanos hacia los partidos políticos.
Se mencionaba la incapacidad de estos para satisfacer un punto de encuentro entre las estructuras de poder y la ciudadanía, lo que obligaba a inventar o crear un nuevo espacio que lo supliera.
Esto me llamó la atención y me recordó las discusiones de las aulas universitarias que me convencieron sobre la necesidad de valorar la evolución de la democracia en función de un proceso que fortalezca el desarrollo de los partidos como instituciones centrales en la canalización de las demandas ciudadanas y en la responsabilidad de formación hacia la ciudadanía.
Estas dos tareas esenciales de los partidos son posiblemente el parámetro sobre el cual una sociedad como la costarricense debería analizar su institucionalidad con el único fin de considerar y replantear su desarrollo como instituciones políticas o como maquinarias electorales.
Una de las tareas de los partidos, que puede marcar la diferencia en uno u otro sentido, es la capacitación y formación política. Recuerdo que hace unos años se estipuló que los partidos debían destinar un porcentaje de sus recursos a este aspecto.
Muchos entendieron este mandato como la oportunidad para que en el escenario de campañas electorales se capacitara a sus cuadros sobre los mecanismos de funcionamiento del proceso de elección, y muy pocos comprendieron que la formación y la capacitación debía considerar aspectos programáticos e ideológicos que les dieran a sus dirigentes un fortalecimiento de la identidad partidaria y de consolidación institucional.
La agenda electoral en nuestros partidos es por mucho más fuerte que la agenda política de desarrollo institucional, pero aquellas instituciones políticas que han comprendido el sentido amplio de la capacitación y la formación han podido activar por estos mecanismos un interesante proceso permanente de participación de la ciudadanía en sus diferentes áreas de interés.
No es casualidad por ejemplo, los procesos que desarrolla el Partido Acción Nacional (PAN) en México en sus permanentes procesos de formación de líderes y de activos grupos temáticos para análisis de la realidad nacional, o bien la interesante experiencia del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en la consolidación de su instituto de formación política vinculado también a fundaciones que con sentido y visión de corto, mediano y largo plazo logran sobrevivir al día a día de la agenda política.
Esta visión de institucionalidad partidaria es posiblemente una tarea que nuestros partidos políticos tienen pendiente. Su implementación podría constituir una oportunidad para que en el fortalecimiento de nuestra democracia, logremos avanzar en una institucionalidad que retome el papel permanente para articular los intereses de los sectores sociales y transformarlos en respuestas mediante el desarrollo de políticas públicas.
Así como los partidos políticos tienen como principal objetivo alcanzar el poder político, su permanencia depende de su capacidad para responder a las demandas de los ciudadanos y a la contribución que brinden a la consolidación de los sistemas democráticos.
Antes de reinventarnos espacios para cubrir posibles vacíos que hayan dejado los partidos en la sociedad, se deben valorar los mecanismos que permitan fortalecer su institucionalidad, ella sería posiblemente una de las mayores contribuciones que como ciudadanos estaremos aportando al fortalecimiento y consolidación de la democracia costarricense.
Luis Alvarez Soto
Politólogo
alvarez.luisedo@gmail.com
Tenemos un reto en la consolidación de nuestra institucionalidad democrática.
En la presentación de un libro en el que se analizaba el uso de los medios en la comunicación de los gobernantes, surgía una reflexión sobre la desafección que puede existir por parte de los ciudadanos hacia los partidos políticos.
Se mencionaba la incapacidad de estos para satisfacer un punto de encuentro entre las estructuras de poder y la ciudadanía, lo que obligaba a inventar o crear un nuevo espacio que lo supliera.
Esto me llamó la atención y me recordó las discusiones de las aulas universitarias que me convencieron sobre la necesidad de valorar la evolución de la democracia en función de un proceso que fortalezca el desarrollo de los partidos como instituciones centrales en la canalización de las demandas ciudadanas y en la responsabilidad de formación hacia la ciudadanía.
Estas dos tareas esenciales de los partidos son posiblemente el parámetro sobre el cual una sociedad como la costarricense debería analizar su institucionalidad con el único fin de considerar y replantear su desarrollo como instituciones políticas o como maquinarias electorales.
Una de las tareas de los partidos, que puede marcar la diferencia en uno u otro sentido, es la capacitación y formación política. Recuerdo que hace unos años se estipuló que los partidos debían destinar un porcentaje de sus recursos a este aspecto.
Muchos entendieron este mandato como la oportunidad para que en el escenario de campañas electorales se capacitara a sus cuadros sobre los mecanismos de funcionamiento del proceso de elección, y muy pocos comprendieron que la formación y la capacitación debía considerar aspectos programáticos e ideológicos que les dieran a sus dirigentes un fortalecimiento de la identidad partidaria y de consolidación institucional.
La agenda electoral en nuestros partidos es por mucho más fuerte que la agenda política de desarrollo institucional, pero aquellas instituciones políticas que han comprendido el sentido amplio de la capacitación y la formación han podido activar por estos mecanismos un interesante proceso permanente de participación de la ciudadanía en sus diferentes áreas de interés.
No es casualidad por ejemplo, los procesos que desarrolla el Partido Acción Nacional (PAN) en México en sus permanentes procesos de formación de líderes y de activos grupos temáticos para análisis de la realidad nacional, o bien la interesante experiencia del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en la consolidación de su instituto de formación política vinculado también a fundaciones que con sentido y visión de corto, mediano y largo plazo logran sobrevivir al día a día de la agenda política.
Esta visión de institucionalidad partidaria es posiblemente una tarea que nuestros partidos políticos tienen pendiente. Su implementación podría constituir una oportunidad para que en el fortalecimiento de nuestra democracia, logremos avanzar en una institucionalidad que retome el papel permanente para articular los intereses de los sectores sociales y transformarlos en respuestas mediante el desarrollo de políticas públicas.
Así como los partidos políticos tienen como principal objetivo alcanzar el poder político, su permanencia depende de su capacidad para responder a las demandas de los ciudadanos y a la contribución que brinden a la consolidación de los sistemas democráticos.
Antes de reinventarnos espacios para cubrir posibles vacíos que hayan dejado los partidos en la sociedad, se deben valorar los mecanismos que permitan fortalecer su institucionalidad, ella sería posiblemente una de las mayores contribuciones que como ciudadanos estaremos aportando al fortalecimiento y consolidación de la democracia costarricense.
Luis Alvarez Soto
Politólogo
alvarez.luisedo@gmail.com