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Para volver a soñar

Luis Fernado Rojas lrojas@larepublica.net | Jueves 24 enero, 2013


Gineth Soto, su sexta cumbre de las “Siete del mundo” y la bandera de Costa Rica certificando que una tica estuvo ahí.Cortesía de Gineth Soto/La República


Para volver a soñar

Gineth Soto completó la sexta de las llamadas siete cumbres del mundo

Vinson Massif en la Antártida, una joven se encumbra hacia la cima; lleva consigo sus sueños intactos, el coraje que le provoca asumir retos, su inclaudicable fe en Dios y en ella misma y una banderita de Costa Rica, que en la cima de la montaña les dirá a los visitantes de todo el mundo, que una tica estuvo ahí.
Se trata de Gineth Soto, la escaladora tica, quien ya completó la sexta de las siete cumbres más altas de cada continente dejando pendiente —su gran pendiente—, el enigmático Everest, que sigue esperando por ella.
El viaje se inició en Punta Arenas, Chile, junto a la expedición de Rainier Mountaineering. El objetivo, una montaña de 4.897 metros de altura ubicada a 1.200 metros del Polo Sur.
Estamos a principios de diciembre pasado. En un pequeño hotel de Punta Arenas los 12 expedicionarios se conocen, la conexión es inmediata, lo cual es bueno para empezar ganándole a la montaña.
El 5 de diciembre, el vuelo soñado hacia la Antártida y en un avión que alimentaba el sueño de los expedicionarios porque más bien parecía un transbordador de la NASA. Casi cinco horas más tarde se encontraban en el continente de las temperaturas bajo cero y del hielo azul. El toque de las llantas de la aeronave con el hielo fue una experiencia singular.
“Es increíble describir lo que siente una cuando sale y baja esas escaleras y ve la Antártida por primera vez; te sientes en el centro de un extenso desierto de hielo azul, frío y montañas”.
El viaje en avioneta hacia el campamento base del Vinson, sencillamente seductor. Un vista inigualable; montañas que nadie nunca ha escalado; belleza sin explorar que se ofrece en diferentes puntos de un interminable manto blanco.
El 7 de diciembre sorprende a Gineth enviándole un saludo de cumpleaños a su madre, que llegó ese día a los 60 y que en alguna parte de Costa Rica oraba por ella. A preparar cuerdas, trineos y toda la carga que había que llevar al campamento 1, sin olvidar que “todo lo que subas lo tienes que bajar tu mismo”.
El 8 de diciembre, que te canten feliz cumpleaños en la Antártida no tiene precio. “El mejor de mi vida”, asegura la escaladora.
Un frío a “morir” imperaba en el campamento; las botellas de agua congeladas contrastaban con el pensamiento de Gineth de “una tacita de cafecito caliente de Costa Rica”.
La expedición sigue subiendo, ahora la meta es el campamento 2, el equipaje cada vez pesa más porque los trineos quedaron atrás, de frente la base de la pared de hielo; esa que parecía no tener final, tomó horas subirla; “constantemente me tocaba la cara y los dedos de pies y manos para asegurarme que no hubiera problemas de congelaciones”. Subir y regresar, así se escala, para luego subir de nuevo y acampar definitivamente en el campamento 2. La dolorosa pared de hielo quedó atrás y ahora había que enfrentar un frío que congelaba hasta los pensamientos, menos el de una “ollita de carne a lo tico”; un verdadero espejismo de Gineth, en aquel imperio del hielo.
El 12 de diciembre llegó la oportunidad de cima. El clima no estaba muy favorable, parecía que venía una tormenta pero había tiempo de ir y venir. La primera parte fue una larga cuesta. Subieron todos en dos grupos. El cansancio y el hambre pasaban la factura, pero el ansia de cima, compensaba. A una hora de la cima se dieron cuenta que la tormenta se había adelantado; round para la montaña, tuvieron que devolverse, los rostros de desilusión afloraron en el retorno al campamento.
No obstante, la cumbre llegó para Gineth el 14 de diciembre, día del cumpleaños de su hermana Graciela, su amiga, confidente y paño de lágrimas en sus momentos más difíciles.
Gineth estaba muy motivada y el tiempo se fue rápido, el clima bueno y los paisajes perfectos. Ese día, a las 4.09 p.m., la bandera de Costa Rica llegó a la cumbre del continente de Antártida, Vinson Massif, por primera vez. La emoción fue mucha, pero las lágrimas se congelaron.
“Había esperado este momento desde que logré la cima del Aconcagua en 2005, la primera de las siete”. Gineth estaba orgullosa de su hazaña, por la que había trabajado hasta enferma para acumular el dinero para el viaje; había logrado su meta, mientras allá, a miles de kilómetros de distancia todavía la espera su reto final: el Everest, pero esa es otra historia.

Luis Rojas
lrojas@larepublica.net
 







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