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¿Para qué complicar lo simple?

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Martes 15 febrero, 2011




¿Para qué complicar lo simple?

¿Ha estado usted a punto de perder la paciencia ante la actitud de otros de enredar innecesariamente algo que puede ser hecho en forma simple? Si la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta, por qué hay individuos que enmarañan ambientes de trabajo, procesos de equipos y relaciones interpersonales.
Si analizamos los problemas más serios en una organización, constataremos que quienes los originan se comportan en un modo imprudente, desesperando a los demás con sus entorpecimientos. La incapacidad para observarse a sí mismos y medir las consecuencias de sus actos les conduce a ser reiterativos en sus errores y malos hábitos. Suponen intenciones ajenas en lugar de verificarlas, emiten juicios de valor antes de preguntar y atrasan en vez de agilizar.
En igual modo, hay organizaciones adictas a la complejidad. Se ahogan en la mediocridad por temor a cambiar lo que, de todos modos, saben que no funciona. Sin embargo, sus miembros prefieren sobrevivir en ellas antes que morir políticamente proponiendo transformaciones. ¡Aquí se prohíbe pensar!, sentencian.
Lo anterior se aplica también a nivel individual. Pudiendo ser ordenados desordenamos, existiendo normas como el respeto, tratamos de que el mundo se adapte a nosotros. Dejamos de lado la innovación y la crítica sana con tal de sostener posiciones erróneas. En lugar de aceptar datos que nos contradicen, la emprendemos contra quienes tienen la razón.
Incluso, las relaciones personales pierden su fluidez cuando uno de sus participantes las complica con suposiciones, prejuicios, temores, falsas expectativas y exigencias que, simplemente, no corresponden.
En contraposición, en el mundo del deporte sobresalen atletas geniales como Lionel Messi, cuya elevada simplicidad y fluidez nos hace pensar que todo lo hace “fácil.”
Los equipos deberían tener un grupo de miembros dedicado a erradicar procedimientos y normas que afectan la productividad, la eficiencia y el alto desempeño. En igual modo, todos necesitamos un amigo sincero que nos haga notar conductas que obstruyen el flujo de ideas y la integración en el equipo.
Las transformaciones positivas de la humanidad se deben a líderes que vivieron sus ideas con simpleza, que sirvieron en lugar de servirse y que tuvieron un pensamiento nítido.
¿Qué situaciones bajo nuestra influencia podrían “fluir” mejor, si no complicáramos lo simple? Tomar conciencia: el primer paso.

German Retana
german.retana@incae.edu







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