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País de inmigrantes

Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 04 julio, 2018


País de inmigrantes

El apellido número uno en Costa Rica es Vargas y uno de cada cinco habitantes lo porta como primero o segundo. Siguen Jiménez, Mora, Rojas, González, Sánchez, Ramírez, Hernández y Castro, en ese orden.

Si usted tiene la dicha de tener uno de estos apellidos, ¡congratulaciones! Sus ancestros han estado por tanto tiempo en el país que, con los indígenas, son de los pobladores casi originales. Y, si su apellido termina en “ez.” es probable que sus ancestros fueron judíos sefarditas que llegaron escapando de la Inquisición.

Todos los demás de los que estamos somos inmigrantes o descendientes de personas que llegaron al territorio después. ¡Qué maravilla que los Vargas, Jiménez, Mora y otros del “top 10” permitieron que otros inmigraran al país para aportar a su desarrollo y porvenir! Juntos hicieron a Costa Rica lo que es —hospitalario, democrático, pacífico y de mucho empuje.

Ahora que está llegando otra ola de inmigrantes de países como Nicaragua, Venezuela y Colombia deberíamos darles la bienvenida. Deberían ser igual de bien llegados como fueron en los años 70 los chilenos y los estadounidenses y en los 80 los panameños (huyendo de la dictadura militar en ese país) y los peruanos. Se debe notar que siempre han sido acogidos con gusto los chinos.

Los inmigrantes ostentan varias características que son importantes para el país. Para sobrevivir tienen que trabajar en ocupaciones no deseadas por los locales o son obligados a fundar empresas que les dan de comer junto con sus familias. Los chilenos fundaron teatros, establecieron talleres que trabajaron el cuero fino y crearon el gusto por la “baguette” entre los ticos. Los estadounidenses y los peruanos invirtieron en la construcción y en el desarrollo inmobiliario. Los chinos pusieron pulperías, restaurantes y otros tipos de comercios.

La ola de nicaragüenses que ahora viene no es diferente a los que vinieron huyendo del mismo gobernante, Daniel Ortega, en los años 80. Muchos de estos llegan para trabajar en actividades como la zafra, la cogida de café, como domésticas o de peones en la construcción. Pero otros han fundado empresas —restaurantes, talleres de auto, sastrerías, ventas de ropa y zapaterías— y estos también han aportado a la economía.

Lo que sí es definitivo es que ninguno de los inmigrantes será empleado público; no califican por no tener la nacionalidad. Estos no estarán marchando en las calles exigiendo beneficios económicos; no tienen tiempo porque si no trabajan, no comen.

Los estudios internacionales han demostrado que los países que prosperan más son los que logran retener el talento nativo y al mismo tiempo atraer talento extranjero y poner esta combinación a crear riqueza.

Aquí en Costa Rica nadie está amenazado por la llegada de los inmigrantes honestos que vienen del norte y del sur. Estas son personas que están deseosas de establecerse y de florecer en este país de tanta oportunidad. El Departamento de Migración debería procesar rápidamente a los extranjeros que están llegando; criminales fuera de inmediato, pero trabajadores y personas de bien, bienvenidos.

cdenton@cidgallup.com

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