¡Págale a la Caja!

En días recientes, el lema "¡Págale a la Caja!" ha cobrado notoriedad en respuesta a las denuncias de la presidente ejecutiva de la CCSS, María Eugenia Esquivel, sobre la frágil situación financiera de la institución y los “presuntos” casos de corrupción ampliamente conocidos. Sin embargo, esta consigna, más allá de una fórmula vacía, es en esencia un reclamo para que se aumenten los impuestos que pagamos.

Es importante destacar que el gobierno no dispone de los recursos para pagar la deuda con la Caja. En las circunstancias actuales, hacerlo sería redistribuir fondos críticos, exigiendo recortes drásticos en áreas ya castigadas como educación y seguridad.

Quienes piden a viva voz que se pague esta deuda posiblemente no quieren que otros sectores se queden sin financiamiento. Así, la solución demandaría nuevos recursos, es decir, más impuestos.

El gobierno, por naturaleza, no genera recursos propios. Se sostiene de fuentes de ingresos coactivas que comprometen el presente o futuro de los habitantes del país. En términos más claros, el gobierno se financia principalmente de tres formas: impuestos, deuda (impuestos futuros) y emisión monetaria (impuesto inflacionario).

Los impuestos (propiamente dichos) son la principal fuente de ingresos del gobierno. A partir de los recursos generados por tributos como el que pagamos sobre la renta, el valor agregado y el de los combustibles, entre otros, consigue cubrir la mayoría de sus gastos. Sin embargo, crear nuevos impuestos (o aumentar los ya existentes) podría llevar a desacelerar la economía, desincentivar la inversión y el emprendimiento, y, a la postre, resultar en una paradójica disminución en la recaudación; por lo que, desde todo punto de vista, agravaría la situación que hoy enfrentamos.

La segunda fuente de financiamiento del gobierno es la deuda. Cuando los impuestos no alcanzan para cubrir los gastos, el gobierno recurre al endeudamiento. Sin embargo, este es un recurso limitado: aumenta el déficit fiscal y los niveles de deuda ya altos del país. Además, es importante tener presente que toda deuda se tiene que saldar eventualmente, lo que posiblemente requiera la imposición de nuevos impuestos en el futuro.

La tercera y última forma en que los gobiernos se financian es mediante la emisión monetaria, o en palabras más sencillas, imprimiendo dinero. Sin embargo, esta opción es tanto inviable como indeseable. Por un lado, violaría la independencia del Banco Central. Por el otro, tendría un impacto devastador en la economía al acrecentar los niveles de inflación. Este "impuesto de facto" afecta principalmente a los más pobres, quienes soportan en mayor medida las consecuencias del incremento en los precios.

Entonces, ¿qué significa realmente "Págale a la caja"?

Las deudas que tiene el Estado con sus instituciones son meras ficciones jurídicas y contables, lo que cuenta es el patrimonio neto del Estado. Si existe una deuda entre instituciones públicas, es como si una bolsa del pantalón le debiera dinero a la otra, ni más ni menos. Es un experimento que cualquier puede hacer: Préstese dinero a sí mismo, gástelo y luego intente cobrárselo. ¡No tiene sentido!

El problema de financiar la Caja es más complejo de lo que parece. El modelo actual es insostenible. Los gastos de quienes no cotizan se financian con impuestos, lo que significa que aquellos que sí cotizan terminan pagando dos veces: primero, mediante las contribuciones al seguro de salud y, segundo, a través de los impuestos que pagan para financiar al gobierno, que a su vez paga sus deudas de éste con la Caja.

Debemos reformar nuestro sistema de salud para hacerlo más eficiente, efectivo y económico, y por supuesto, eliminar la corrupción, cáncer que agota los millonarios recursos de la institución, volviéndola inviable. Necesitamos cambios profundos y transparentes, no solo para proteger la salud de nuestro pueblo, sino también para mantener la fortaleza de nuestra economía y la estabilidad de nuestra sociedad.