Oswaldo Maciá, el artista colombiano que se inspiró en submarinos nucleares para reunir el sonido de más de 2.000 pájaros de todo el mundo
Alejandro Millán Valencia - BBC News Mundo | Martes 21 diciembre, 2021
No ocurre todos los días que la Tate Modern de Londres, uno de los principales museos de arte contemporáneo del mundo, le abra un gran espacio a un artista latinoamericano.
En 2007 la colombiana Doris Salcedo partió en dos este centro de arte británico con su instalación Shibboleth (una grieta que atravesaba la Sala de Turbinas central), y ahora es un compatriota suyo el que se ha tomado ahora varias salas.
Con su escultura sonora Something Going on Above my Head ("Algo pasa por encima de mi cabeza"), el cartagenero Oswaldo Maciá logra crear una atmosfera con el sonido de 2.000 pájaros, en un intento por promover una reflexión sobre las cosas importantes por encima de las urgentes.
"Todos tenemos una idea de lo que es un pájaro. Pero cuando escuchas uno de Australia conversando con uno de Colombia, te das cuenta que no sabes nada. Y eso ya es un avance", explica Maciá.
En BBC Mundo conversamos con el artista en las mismas salas en las que se expone su obra.
¿Qué es una escultura sonora y cómo llegas a ella?
Yo estoy metido en esto del arte desde los 16 años y en esos primeros años tuve una formación en pintura y escultura clásica, esa que vemos en muchos museos alrededor del mundo.
Sin embargo, cuando me vine a Reino Unido, donde se estaban dando unos procesos creativos muy importantes en la década de los 90, a estudiar escultura en la Universidad de Keele, comencé a ver que la mayoría de esas obras se centraban en lo visual o lo audiovisual.
Después, por recomendación de la crítica de arte Jean Fisher, me dediqué a hacer un máster en Goldsmith, otra universidad de Londres (muy famosa por sus carreras de arte).
Allí me encontré con artistas de Alemania, México, brasileños, británicos, que ya tenían una carrera y que insistían en un desarrollo audiovisual de sus obras, todas muy vanguardistas.
Me llamaba la atención que se centraran en lo visual, que además es donde ha estado enfocado el mercado del arte: las pinturas, los videos, las esculturas. Era todo muy "ocularcentrista".
A partir del concepto de estética elaborado por (el filósofo alemán Aleaxder Gottlieb) Baumgarten,quien se acercaba al arte con todos sus sentidos, pensé en escapar un poco de eso y me enfoqué en lo sonoro y lo olfativo.
Y frente a lo sonoro me di cuenta que los sonidos pueden moldear un espacio tan grande como cinco galerías de la Tate Modern. Y eso es fascinante. Eso es una escultura sonora.
En una de sus obras le da olor a la migración…¿Cómo es eso?
Soy migrante desde hace muchos años. Soy colombiano, pero vivo entre Londres y Santa Fé (Nuevo México, Estados Unidos) y me la paso viajando. Me la he pasado en la fila de los inmigrantes de los aeropuertos.
Además, si revisas la historia, los artistas han sido siempre migrantes: Da Vinci, quien viajó por distintas ciudades; (Doménikos Theotokópoulos) El Greco, que era griego pero vivía en Toledo, España. En fin, el viajar siempre ha sido inherente a la producción de muchos artistas.
(Y esa obra) surge de una reflexión sobre el aroma y cómo en el siglo XX este fue eliminado de lo intelectual.
Freud lo eliminó diciendo que el olor casi no existía y eso hizo que nos centráramos en ver, en la vista, la visión. Por eso me pareció interesante explorar ese otro territorio.
Sobre todo porque, después de que le dieron el Premio Nobel a Richard Axel y a Linda B. Buck en 2004 por sus descubrimientos sobre las sensaciones olfativas, se abrió un campo al respecto que es maravilloso: los miles de receptores olfativos que tenemos, la experiencia eléctrica de sentir el aroma de cualquier cosa. Todo eso es fascinante.
Busqué crear una escultura en la que los volúmenes se generaran con olores en vez de con materiales como el bronce, con la idea que cada persona —porque la migración es una experiencia personal— tiene de migrar.
Es evidente su interés por la experiencia de las personas que ven, escuchan o huelen sus obras.
Yo tengo algo claro: yo no estoy para adoctrinar a nadie. Uno de mis mayores objetivos con mis obras es desbaratar esa idea del I know, del "yo lo sé".
Te voy a poner un ejemplo: muchas personas dicen que los 2.000 sonidos de pájaros que hacen parte de mi escultura sonora "Algo pasa por encima de mi cabeza" son "cantos". "Qué bonitos son los cantos de los pájaros", dicen.
Pues no son cantos.
Cada sonido que hace un ave tiene un sentido determinado: es para alertar, para llamar a otro de su especie, comer. Y lo hace dependiendo de la hora del día. E
Un pájaro no se levanta a las cinco de la mañana para cantarte a ti, sino porque está comunicándose.
De hecho, muchas especies son mudas, o sea, no tienen cuerdas vocales. Lo que hacen es producir sonidos con sus picos, ya sea contra algo o abriéndolo y cerrándolo. De nuevo: no están cantando.
Lo mismo pasa con las esculturas olfativas: el aroma es un lenguaje democrático, que construyes a partir de tu experiencia.
Yo no quiero decir esto es correcto o incorrecto, solo quiero poner allí pensamientos con los que la gente pueda articular sus propias ideas.
Es como una negociación entre lo que yo pongo como obra y lo que tú traes como experiencia previa.
¿Cómo un submarino nuclear ruso lo lleva a crear una escultura sonora con 2.000 sonidos de pájaros?
Como muchas personas en el mundo, yo leo los periódicos todos los días. Leemos periódicos en los que hay personas que te ponen cuál es la noticia principal, cuál es la secundaria.
Un día, mientras leía en el periódico algo sobre submarinos nucleares rusos, escuché a una bandada de aves que pasaban por encima mío. Por encima de mi cabeza.
Y me di cuenta que mientras tenemos un montón de información diaria, un exceso diría, nos pasan por al lado cosas que deberíamos saber pero desconocemos totalmente.
Todos tenemos una opinión de lo que es un pájaro, pero ante una escultura con 2.000 sonidos de distintos tipos de aves confrontas tu ignorancia sobre el tema.
Además, lo haces con sonidos de pájaros de Australia que conversan en el mismo salón con aves de Turbaco, en Colombia.
¿Cómo se ponen en orden esos sonidos en un espacio?
La obra tiene 16 canales de sonido diferentes. Es una experiencia que va más allá de lo que puedes tener con tus audífonos o en un radio mono.
Es lo que llamaría "sonido de cóctel", que es como estar en una fiesta donde conversas pero también escuchas al que tienes al lado y un poco al que está más lejos.
Aunque los ordené como si cada pájaro fuera un instrumento dentro de una orquesta sinfónica, no se trata de componer música.
Yo me demoré cinco años buscando estos sonidos en distintos archivos sonoros alrededor del mundo. Cada uno tiene una historia, una tonalidad. Hay gente que se pasó un año entero metido en el bosque para poder grabar cinco segundos sonidos de un pájaro.
Miro de dónde vienen esos sonidos, si de Australia, del Amazonas, del norte, del Sur, y después de ver toda la historia, se van ubicando dentro de la escultura, dentro de los 16 canales.
Hay momentos en que algunos funcionan como una especie de allegro, otros que son más solemnes.
Por eso también está (en la obra) esta especie de líneas temporales o timelines donde se puede ver el orden de esos sonidos y que sirven de guía para la persona que está viviendo la experiencia.
Es una escultura sonora que ocupa mucho espacio.
Sí. A mí me gusta que las obras crezcan dentro del público, que los vaya llenando. Y para eso se necesita espacio y tiempo.
Una cosa que me impresionó mucho fue cuando leí que una persona que visitaba un museo se gasta tres segundos viendo una obra, no más.
Me impresionó, porque un artista que se gastó meses e incluso años para hacer una obra solo recibe tres segundos de atención. Me parece que la persona se pierde toda la experiencia de la obra artística cuando hace eso.
Por eso a mí me gusta que haya sillas dentro de mis obras, para que la gente se siente y no solo contemple la obra, sino que se sienta absorbida por ella.
Las cosas no se disfrutan a la carrera. Y una escultura sonora, que se crea para redimensionar los espacios con el sonido, no se puede hacer en un salón pequeño.
Ver o escuchar, en este caso, una obra de arte no puede ser un acto estéril. Al menos no quiero que eso pase con mis obras. Quiero que sean un espacio para reflexionar, para que nazcan nuevas preguntas.
Michele Serra, el escritor italiano, decía que con sus libros él intentaba que cuando la gente los leyera aprendiera al menos una palabra nueva. Una palabra más para enriquecer su calendario, para cuando tenga un problema en su vida, para que tenga más palabras para articular lo que está pensando.
Y tiene razón: cuando la gente no puede expresar lo que le pasa, se siente impotente.
¿Qué hace un niño cuando no puede decir lo que le pasa? Llora.
Hay una frase de Stephen Hawking que usted cita mucho: "El peor enemigo del conocimiento no es la ignorancia sino la ilusión del saber". ¿Tiene que ver con esto que dice?
Sí, tiene que ver con que estas experiencias te retan sobre lo que crees saber y te expanden, por decirlo de alguna forma, el vocabulario auditivo u olfativo.
Te dan más aromas o sonidos de algo que realmente no sabías que existía.
Y eso es lo que yo quiero con mis obras.
Y Colombia, su país, ¿como influye en todo esto?
Soy un artista colombiano, nací en Cartagena y disfruto mi cultura costeña, y he cargado mi pasaporte como mi obra por todo el mundo.
(Qué pienso de) ¿Colombia como nación? Para mí no tiene una respuesta directa o simple, es compleja como los matices de su historia.
Me gusta analizar las cosas con los otros sentidos aparte del sentido rey que es la visión, y por eso celebramos la biodiversidad del país.
Pero si analizamos los frecuentes escándalos de corrupción de una manera olfativa, no hay cómo describir ese olor.
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