Oro burla medidas globales
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Miércoles 17 noviembre, 2010
Oro burla medidas globales
Si los funcionarios del Grupo de los 20 quieren una prueba de que lograron poco en Seúl, la tienen en el precio del oro.
En su camino hacia nuevos niveles máximos el oro burló las esperanzas de una solución para los desequilibrios globales de estos últimos meses. Con la marca de $1.400 por onza a sus espaldas, el oro se aprestaba a llegar al siguiente hito: $1.500. Ahora, las materias primas, que el viernes experimentaron la mayor caída en 18 meses, están faltando el respeto al G-20 de una manera distinta.
El oro cayó a $1.365,50 a los pocos días de haber alcanzando un record de $1.424,30 el 9 de noviembre. ¿Por qué? Los temores de un sobrecalentamiento en China. El dinero especulativo ya está haciendo estragos en los precios de los activos asiáticos. La medida adoptada por la Reserva Federal de inyectar $600 mil millones más en los mercados significa que China podría subir las tasas, un fantasma que asusta a los inversores.
Por desgracia, el G-20, nuestro recientemente apodado protector del orden económico global, volvió a demostrar que no está a la altura de la tarea. Su solución para el mal que aqueja al mundo resulta demasiado japonesa como para no preocuparse: liquidez en todos los bancos centrales, ni reforma económica ni cooperación.
El problema inmediato del agrupamiento dispar es la negación. En Seúl, la conversación giró en torno de un crecimiento económico global más equilibrado. Se refirió menos a cómo arde Irlanda. Diseñadores de políticas ocupándose de nimiedades y lanzando acusaciones lo único que significan es que la crisis de la deuda en Europa empeorará.
Su mayor dilema es la fascinante división que puso en evidencia la creación del grupo, con los países desarrollados de un lado y los países en desarrollo del otro. Solucionar eso será más difícil de lo que piensan los líderes actuales.
El callejón sin salida Estados Unidos-China ejemplifica esta observación. Estados Unidos quiere que China revalorice el yuan para corregir la percepción de los desequilibrios globales que tiene Washington. China quiere que Estados Unidos deje de inundar el mundo con deuda y de devaluar el dólar.
El problema es que ambos países tienen razón. Si China actuara rápido con respecto al yuan, su economía se volvería enseguida tambaleante. El banco central estadounidense, por su parte, no obtendrá la tracción necesaria al inyectar dinero fresco en los mercados de crédito. La cooperación es necesaria y eso implicará que los miembros del G-20 soporten algunos reveses económicos.
Que tengan buena suerte.
(William Pesek es columnista de Bloomberg News. Las opiniones expresadas son personales.)
Nueva York
Si los funcionarios del Grupo de los 20 quieren una prueba de que lograron poco en Seúl, la tienen en el precio del oro.
En su camino hacia nuevos niveles máximos el oro burló las esperanzas de una solución para los desequilibrios globales de estos últimos meses. Con la marca de $1.400 por onza a sus espaldas, el oro se aprestaba a llegar al siguiente hito: $1.500. Ahora, las materias primas, que el viernes experimentaron la mayor caída en 18 meses, están faltando el respeto al G-20 de una manera distinta.
El oro cayó a $1.365,50 a los pocos días de haber alcanzando un record de $1.424,30 el 9 de noviembre. ¿Por qué? Los temores de un sobrecalentamiento en China. El dinero especulativo ya está haciendo estragos en los precios de los activos asiáticos. La medida adoptada por la Reserva Federal de inyectar $600 mil millones más en los mercados significa que China podría subir las tasas, un fantasma que asusta a los inversores.
Por desgracia, el G-20, nuestro recientemente apodado protector del orden económico global, volvió a demostrar que no está a la altura de la tarea. Su solución para el mal que aqueja al mundo resulta demasiado japonesa como para no preocuparse: liquidez en todos los bancos centrales, ni reforma económica ni cooperación.
El problema inmediato del agrupamiento dispar es la negación. En Seúl, la conversación giró en torno de un crecimiento económico global más equilibrado. Se refirió menos a cómo arde Irlanda. Diseñadores de políticas ocupándose de nimiedades y lanzando acusaciones lo único que significan es que la crisis de la deuda en Europa empeorará.
Su mayor dilema es la fascinante división que puso en evidencia la creación del grupo, con los países desarrollados de un lado y los países en desarrollo del otro. Solucionar eso será más difícil de lo que piensan los líderes actuales.
El callejón sin salida Estados Unidos-China ejemplifica esta observación. Estados Unidos quiere que China revalorice el yuan para corregir la percepción de los desequilibrios globales que tiene Washington. China quiere que Estados Unidos deje de inundar el mundo con deuda y de devaluar el dólar.
El problema es que ambos países tienen razón. Si China actuara rápido con respecto al yuan, su economía se volvería enseguida tambaleante. El banco central estadounidense, por su parte, no obtendrá la tracción necesaria al inyectar dinero fresco en los mercados de crédito. La cooperación es necesaria y eso implicará que los miembros del G-20 soporten algunos reveses económicos.
Que tengan buena suerte.
(William Pesek es columnista de Bloomberg News. Las opiniones expresadas son personales.)
Nueva York