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Opinión especial: Honduras y sus instituciones

Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 22 julio, 2009



Honduras y sus instituciones

Cuando se les preguntó a los hondureños, en una encuesta realizada a principios de este mes, en cuáles instituciones tienen más confianza, estos mencionaron las iglesias (evangélica y católica) y las fuerzas armadas, en ese orden. Los partidos políticos quedaron en último lugar en una lista de 15, mientras que instituciones como el Tribunal Supremo de Elecciones, el Congreso y la Corte Suprema no salieron bien librados tampoco.
Los antropó
logos han documentado cómo es que los seres humanos crean las instituciones que dan forma a las sociedades. Según estos, cuanto más progresa un sistema social en términos económicos y culturales, más diversificación y solidez se nota en lo que es la institucionalidad. En las sociedades de subsistencia más primitivas, primero aparece el mago, capaz de encontrar agua, de curar ciertas enfermedades y de cantar y relatar la historia del grupo. El mago rápidamente asume el poder, y probablemente tendrá un hijo o un hermano que será un gran guerrero y cazador de la carne que requiere la tribu para mejorar su dieta. Si aparece un miembro del grupo que lo ve peligroso, el mago o el guerrero, lo matan o lo destierran.
Estos dos poderes, la religión y la fuerza de las armas, han dominado la gran mayoría de las sociedades creadas por los seres humanos desde antes de que se escriba la historia.
Solo en situaciones esporádicas y excepcionales, y en particular en los últimos cien años, se ha visto crear sociedades seglares no dominadas por militares y ostentando una diversidad de instituciones incluyendo la participación del pueblo en la toma de decisiones, sistemas judiciales y medios de comunicación independientes, legislaturas con poder real, partidos políticos que pueden representar los intereses de los habitantes, gremios de todo tipo incluyendo sindicatos y grupos empresariales, entre otros.
Para producir una sociedad que ostenta y protege un pluralismo institucional y una participación ciudadana, la historia demuestra que la receta es única —hay que educar a toda la población, hombres y mujeres, ricos y pobres, sin importar raza, religión o color político. Por las razones que fueran, Honduras no ha logrado instruir a sus habitantes.
En el siglo XXI, el siglo digital, un 22% de los adultos es analfabeto, y la educación media es de cuatro años de primaria.
Cuando los líderes comienzan a manosear las instituciones que de por sí son débiles, algo no inusual en Honduras, no hay suficientes que entiendan lo que está pasando para organizarse y oponerse. Mel Zelaya y su grupo estuvieron por más de un año involucrados en un proceso de debilitamiento de las instituciones de su país —la Corte Suprema, el Tribunal Electoral, el sistema financiero— pero pocos se daban cuenta. Cuando al final un grupo reaccionó alarmado, este apeló a las instituciones antiguas —Iglesia y fuerza armada— para rectificar, y estos respondieron con un destierro, algo que se percibió en el mundo entero como insólito y repudiable.
No existía un sistema institucional interno, capaz de enfrentar a Mel y sus esfuerzos desestabilizadores por tanto manoseo a través de los años de parte de grupos de interés de todo tipo; el resultado fue una acción de las fuerzas armadas que dejó al resto del mundo atónito.
No importa en qué termine la crisis actual; si Honduras no mejora el nivel educativo y de vida en general de sus habitantes, continuará siendo el cimarrón de Centroamérica.

cdenton@cidgallup.com

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