Nuevo gobierno advierte a Zelaya
| Miércoles 01 julio, 2009
Presidente derrocado anunció que regresará a Honduras mañana
Nuevo gobierno advierte a Zelaya
Gabinete de Micheletti lucha por romper aislamiento internacional
Tegucigalpa
EFE
Roberto Micheletti, nuevo presidente de Honduras, dejó claro ayer que si el depuesto Manuel Zelaya regresa al país será detenido, en una jornada en la que ha movilizado a su Gabinete para romper el aislamiento internacional y las manifestaciones se suceden en medio de la crisis política.
“Si el señor ex presidente de la República llega aquí se tendrá que enfrentar con las diferentes órdenes de captura que tiene de parte de la Corte Suprema de Justicia, de los juzgados y de la Fiscalía”, manifestó Micheletti en reacción al anuncio hecho por el propio Zelaya.
El presidente designado el domingo, tras la captura y expulsión de Zelaya por los militares, insistió en que si el presidente depuesto regresa, tendrá que “pasar a detención y serán los juzgados los que determinarán” las acciones posteriores contra él.
Luis Rubí, fiscal general, incluso señaló que los delitos por los que hay orden de captura en su contra podrían costarle hasta 20 años de prisión.
El presidente elegido por los hondureños en 2005 para un mandato de cuatro años anunció el lunes que retornará mañana jueves acompañado por el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insula, y los presidentes que le quieran acompañar.
Según, Micheletti, Manuel Zelaya intentó negociar el lunes, con las Fuerzas Armadas su regreso al poder, pero los militares se negaron.
“Tengo entendido que él (Zelaya) se comunicó con un alto oficial del Ejército para decirle que negociaran”, pero el militar le respondió “que no tenía nada que negociar, que las cosas estaban determinadas, que había un nuevo Gobierno en el país”, declaró Micheletti a una emisora local sin identificar al oficial.
Consciente del daño que le está produciendo el aislamiento internacional, el nuevo presidente también anunció que enviará emisarios a Estados Unidos para tratar de explicar algo que mantiene desde el domingo: que lo ocurrido con Zelaya no ha sido un golpe de Estado sino una “sustitución constitucional”.
No precisó con qué funcionarios o instituciones se entrevistarán sus representantes, pero manifestó su “fe en Dios” de que van a “recuperar la confianza de esos países” e instituciones que han condenado el derrocamiento de Zelaya.
Con ese mismo espíritu, miles de hondureños ocuparon ayer una céntrica plaza de la capital para respaldar al nuevo presidente y repudiar a Zelaya.
Los manifestantes se concentraron con pancartas con lemas como “Fuera dictaduras chavistas” o “Defendamos nuestra democracia” para manifestar su acuerdo con el gobierno establecido el domingo, casi al mismo tiempo en que Zelaya intervenía en las Naciones Unidas.
Convocados por la Unión Cívica Democrática (UCD), insistieron en que el Gobierno de Micheletti no ha sido reconocido por ningún país debido a que fuera de Honduras “no entienden” las razones que obligaron a los militares a sacarlo del poder, y también reivindicaron la legalidad del nuevo Gobierno.
Claudia Avendaño, empleada pública, reconocía que el aislamiento internacional es un problema, pero aseguró que con Zelaya la situación era “insoportable” y había “un desgobierno”.
Mientras tanto, varios cientos de seguidores de Zelaya se concentraban de nuevo en las cercanías de la Casa Presidencial, después de haber sido sacados por fuerzas policiales el lunes, cuando se produjeron los primeros enfrentamientos de consideración, que causaron unos 30 heridos, según fuentes hospitalarias.
Con carteles que mostraban el rostro del presidente depuesto y al grito de “Zelaya, amigo, el pueblo está contigo”, los manifestantes, muchos de ellos provenientes del extrarradio de la capital, volvieron a exigir el regreso de “Mel”, como se le conoce popularmente.
“Lo vamos a apoyar hasta que vuelva y si lo quieren detener mañana jueves, nos va a tener que detener a todos”, dijo a Efe Jairo Cerrato, de 28 años.
La huelga general convocada por los sectores sociales está teniendo un seguimiento incierto, y sólo el sistema educativo está prácticamente paralizado, mientras diversas manifestaciones se suceden en ciudades del interior, de las que apenas se ha informado en los medios locales.
Los militares han reforzado la vigilancia en varios puntos del país y, en particular, en el aeropuerto internacional Toncontín de Tegucigalpa.
División en las calles
Las calles de Tegucigalpa se han convertido en escenario y prueba palpable de la división existente entre seguidores y detractores de Manuel Zelaya, sacado violentamente del poder y del país el pasado domingo por los militares.
En el centro de la capital y en los aledaños de la Casa Presidencial, miles de hondureños vitorearon y vituperaron ayer a Zelaya y a Roberto Micheletti, en el segundo día de éste último en el poder y en medio de una profunda crisis política y el rechazo de la comunidad internacional al nuevo Gobierno.
Si a primera hora el céntrico Parque Central se llenaba con pancartas de apoyo al Gobierno como “Fuera dictaduras chavistas” o “defendamos nuestra democracia”, en la tarde eran los seguidores de Zelaya los que ponían el grito en el cielo con acusaciones de “golpista” al nuevo presidente.
A pesar de que se mantiene el tránsito de vehículos en Tegucigalpa cuando no está vigente el toque de queda (en horas de la noche), meterse en el tráfico se ha convertido en una aventura que cambia de curso a medida que se cortan y se abren las calles por manifestantes o policías.
Tras rezar una oración con las manos tomadas y cantar el himno nacional, los detractores de Zelaya reiteraron ayer, como viene haciendo el Gobierno desde el domingo, que la salida violenta del mandatario del país y su posterior destitución en el Congreso no ha sido un golpe de Estado, sino una “sustitución constitucional”.
Convocados por la Unión Cívica Democrática (UCD), una organización que integran políticos, empresarios, iglesias y agrupaciones sociales, los manifestantes aseguraron que Zelaya había sumido al país “en un desgobierno” y una situación de inestabilidad desde hacía días por la consulta que impulsaba.
Esa consulta, declarada ilegal y convocada para el domingo, buscaba consultar a la población sobre la necesidad de una reforma constitucional, algo que fue visto por la oposición a Zelaya como un intento de volver al poder en el futuro.
“Honduras no tuvo un golpe de Estado, hubo un cambio de Gobierno, había que hacerlo, pero en Honduras no hubo un golpe, si hubiera habido un golpe no habría un Congreso, una Corte de Justicia, un Poder Ejecutivo funcionando”, dijo a Efe Lisi Matute, una dentista de 27 años.
Los detractores de Zelaya insistieron en que el Gobierno de Micheletti no ha sido reconocido por ningún país debido a que fuera de Honduras “no entienden” las razones que obligaron a los militares a sacarlo del poder y aseguran que los manifestantes que han repudiado al nuevo gobernante son “una minoría”.
“Esto no es un país comunista, este es un país democrático”, afirmó Paola Arriaza, abogada de 26 años, al asegurar que no fue a la concentración a apoyar al nuevo Gobierno, sino a dejar claro su rechazo a Zelaya, al que acusó de no respetar la democracia.
Nuevo gobierno advierte a Zelaya
Gabinete de Micheletti lucha por romper aislamiento internacional
Tegucigalpa
EFE
Roberto Micheletti, nuevo presidente de Honduras, dejó claro ayer que si el depuesto Manuel Zelaya regresa al país será detenido, en una jornada en la que ha movilizado a su Gabinete para romper el aislamiento internacional y las manifestaciones se suceden en medio de la crisis política.
“Si el señor ex presidente de la República llega aquí se tendrá que enfrentar con las diferentes órdenes de captura que tiene de parte de la Corte Suprema de Justicia, de los juzgados y de la Fiscalía”, manifestó Micheletti en reacción al anuncio hecho por el propio Zelaya.
El presidente designado el domingo, tras la captura y expulsión de Zelaya por los militares, insistió en que si el presidente depuesto regresa, tendrá que “pasar a detención y serán los juzgados los que determinarán” las acciones posteriores contra él.
Luis Rubí, fiscal general, incluso señaló que los delitos por los que hay orden de captura en su contra podrían costarle hasta 20 años de prisión.
El presidente elegido por los hondureños en 2005 para un mandato de cuatro años anunció el lunes que retornará mañana jueves acompañado por el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insula, y los presidentes que le quieran acompañar.
Según, Micheletti, Manuel Zelaya intentó negociar el lunes, con las Fuerzas Armadas su regreso al poder, pero los militares se negaron.
“Tengo entendido que él (Zelaya) se comunicó con un alto oficial del Ejército para decirle que negociaran”, pero el militar le respondió “que no tenía nada que negociar, que las cosas estaban determinadas, que había un nuevo Gobierno en el país”, declaró Micheletti a una emisora local sin identificar al oficial.
Consciente del daño que le está produciendo el aislamiento internacional, el nuevo presidente también anunció que enviará emisarios a Estados Unidos para tratar de explicar algo que mantiene desde el domingo: que lo ocurrido con Zelaya no ha sido un golpe de Estado sino una “sustitución constitucional”.
No precisó con qué funcionarios o instituciones se entrevistarán sus representantes, pero manifestó su “fe en Dios” de que van a “recuperar la confianza de esos países” e instituciones que han condenado el derrocamiento de Zelaya.
Con ese mismo espíritu, miles de hondureños ocuparon ayer una céntrica plaza de la capital para respaldar al nuevo presidente y repudiar a Zelaya.
Los manifestantes se concentraron con pancartas con lemas como “Fuera dictaduras chavistas” o “Defendamos nuestra democracia” para manifestar su acuerdo con el gobierno establecido el domingo, casi al mismo tiempo en que Zelaya intervenía en las Naciones Unidas.
Convocados por la Unión Cívica Democrática (UCD), insistieron en que el Gobierno de Micheletti no ha sido reconocido por ningún país debido a que fuera de Honduras “no entienden” las razones que obligaron a los militares a sacarlo del poder, y también reivindicaron la legalidad del nuevo Gobierno.
Claudia Avendaño, empleada pública, reconocía que el aislamiento internacional es un problema, pero aseguró que con Zelaya la situación era “insoportable” y había “un desgobierno”.
Mientras tanto, varios cientos de seguidores de Zelaya se concentraban de nuevo en las cercanías de la Casa Presidencial, después de haber sido sacados por fuerzas policiales el lunes, cuando se produjeron los primeros enfrentamientos de consideración, que causaron unos 30 heridos, según fuentes hospitalarias.
Con carteles que mostraban el rostro del presidente depuesto y al grito de “Zelaya, amigo, el pueblo está contigo”, los manifestantes, muchos de ellos provenientes del extrarradio de la capital, volvieron a exigir el regreso de “Mel”, como se le conoce popularmente.
“Lo vamos a apoyar hasta que vuelva y si lo quieren detener mañana jueves, nos va a tener que detener a todos”, dijo a Efe Jairo Cerrato, de 28 años.
La huelga general convocada por los sectores sociales está teniendo un seguimiento incierto, y sólo el sistema educativo está prácticamente paralizado, mientras diversas manifestaciones se suceden en ciudades del interior, de las que apenas se ha informado en los medios locales.
Los militares han reforzado la vigilancia en varios puntos del país y, en particular, en el aeropuerto internacional Toncontín de Tegucigalpa.
División en las calles
Las calles de Tegucigalpa se han convertido en escenario y prueba palpable de la división existente entre seguidores y detractores de Manuel Zelaya, sacado violentamente del poder y del país el pasado domingo por los militares.
En el centro de la capital y en los aledaños de la Casa Presidencial, miles de hondureños vitorearon y vituperaron ayer a Zelaya y a Roberto Micheletti, en el segundo día de éste último en el poder y en medio de una profunda crisis política y el rechazo de la comunidad internacional al nuevo Gobierno.
Si a primera hora el céntrico Parque Central se llenaba con pancartas de apoyo al Gobierno como “Fuera dictaduras chavistas” o “defendamos nuestra democracia”, en la tarde eran los seguidores de Zelaya los que ponían el grito en el cielo con acusaciones de “golpista” al nuevo presidente.
A pesar de que se mantiene el tránsito de vehículos en Tegucigalpa cuando no está vigente el toque de queda (en horas de la noche), meterse en el tráfico se ha convertido en una aventura que cambia de curso a medida que se cortan y se abren las calles por manifestantes o policías.
Tras rezar una oración con las manos tomadas y cantar el himno nacional, los detractores de Zelaya reiteraron ayer, como viene haciendo el Gobierno desde el domingo, que la salida violenta del mandatario del país y su posterior destitución en el Congreso no ha sido un golpe de Estado, sino una “sustitución constitucional”.
Convocados por la Unión Cívica Democrática (UCD), una organización que integran políticos, empresarios, iglesias y agrupaciones sociales, los manifestantes aseguraron que Zelaya había sumido al país “en un desgobierno” y una situación de inestabilidad desde hacía días por la consulta que impulsaba.
Esa consulta, declarada ilegal y convocada para el domingo, buscaba consultar a la población sobre la necesidad de una reforma constitucional, algo que fue visto por la oposición a Zelaya como un intento de volver al poder en el futuro.
“Honduras no tuvo un golpe de Estado, hubo un cambio de Gobierno, había que hacerlo, pero en Honduras no hubo un golpe, si hubiera habido un golpe no habría un Congreso, una Corte de Justicia, un Poder Ejecutivo funcionando”, dijo a Efe Lisi Matute, una dentista de 27 años.
Los detractores de Zelaya insistieron en que el Gobierno de Micheletti no ha sido reconocido por ningún país debido a que fuera de Honduras “no entienden” las razones que obligaron a los militares a sacarlo del poder y aseguran que los manifestantes que han repudiado al nuevo gobernante son “una minoría”.
“Esto no es un país comunista, este es un país democrático”, afirmó Paola Arriaza, abogada de 26 años, al asegurar que no fue a la concentración a apoyar al nuevo Gobierno, sino a dejar claro su rechazo a Zelaya, al que acusó de no respetar la democracia.