Nueva realidad en combustibles
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 16 junio, 2008
El anuncio de que las gasolinas podrían costar dentro de poco tiempo más de ¢700 el litro, abre una nueva etapa en la cadena de consecuencias que sufre el país por el disparo del precio del petróleo.
Es probable que esta nueva realidad, más allá de cualquier medida que el gobierno decidiera tomar o no al respecto, conduzca a que una cantidad de personas que actualmente se movilizan a sus trabajos cada día en su automóvil, deban dejarlo en casa y tomar un autobús.
Sin embargo, este u otros cambios que debamos llevar a cabo en hábitos y costumbres, deberán acompañarse de las medidas necesarias para no generar una importante pérdida en la calidad de vida de los costarricenses.
Por ejemplo, el tren, un medio de transporte que ya ha demostrado un crecimiento en el número de usuarios de la única línea existente, debería ser una opción que se adopte sin demora. Eso sí, ha de ser un servicio de trenes urbanos eléctricos.
El servicio de autobuses, la seguridad en las calles, las paradas de autobuses bien iluminadas, con techo y capacidad para más gente, entre otras cosas, deberían garantizar a los ciudadanos que el dejar su vehículo en casa no los convertirá en víctimas de una ciudad y de unos servicios que no estén preparados para el cambio.
Lamentablemente, en Costa Rica se ha hecho costumbre improvisar, no planificar, no prever. La circunstancia actual no permite seguir por esa vía. Enfrentarse a los cambios que hagan falta, implica una toma de conciencia y una adecuada actitud por parte de los costarricenses y una seria y acertada planificación y ejecución de medidas por parte del gobierno.
Ni las autoridades podrán encontrar caminos viables sin el apoyo decidido de la población, ni esta podrá enrumbarse bien hacia el cambio cultural necesario si las autoridades no toman medidas a la altura de la circunstancia.
Todo esto debe ser llevado a cabo con buena voluntad, transparencia y unidad nacional para superar la crisis. La actual es una urgencia que ya no admite el intento de solucionarla siguiendo con ciertas viejas costumbres.