Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 06 diciembre, 2012
¿Cómo hubiese sido el partido en Limón?
¿Vendió la dirigencia limonense la oportunidad de ser finalista y quizá campeón por un puñado de billetes?
Si analizamos el primer tiempo del juego de anoche, la respuesta a la primera interrogante, tendría que ser que en el Juan Gobán las cosas hubieran sido distintas.
En la amplia grama del Estadio Nacional, el explosivo equipo de Luis Fernando Fallas se extravió en las extensas dimensiones del terreno de juego. Probablemente, no nos consta, mientras en las boleterías del coliseo los anfitriones no pararon de contar colones, el locuaz estratega del equipo semejaba un torero en bancarrota dibujando piruetas en su espacio, desesperado porque Cameron, George y Cooper, sus tres puñales y quienes debían descuartizar la retaguardia eriza no aparecieron por ninguna parte. ¡La Sabana se los tragó!
Para colmo de males, el Alajuelense se encontró un gol al mejor estilo del Saprissa.
Oviedo (Cancela), cobró un tiro de esquina y Acosta (Sequeira) lo dejó en la red. Johnny remató a placer; es más, no tuvo ni que saltar para acomodar la pelota en los cordeles.
Con sus discípulos perdidos en la cancha y con un gol en contra, el juego de ida de la semifinal puso a Limón contra las cuerdas.
Oscar Ramírez y sus muchachos (como gusta llamarlos); forjados y sudados en muchas de estas instancias determinantes, no iban a permitir que se les fuera el pequeño tesoro hallado. Alajuelense es un equipo muy táctico; muy ordenado; bien concentrado y estructurado, de manera que el 1-0 aritméticamente era escaso botín pero las circunstancias del evento lo convertían en monumental.
Reconocer el repunte de Limón en la segunda parte; los verdes fueron muy diferentes en pasión y actitud; el ingreso de Kurt Bernard le dio otro rostro a la confrontación y entonces Patrick Pemberton empezó a volar. La semifinal subió de intensidad; el rival de la Liga arriesgó, se abrió y desde luego que la visita aprovechó para contraatacar. Entonces, de no ser por los puños, piernas y achiques de Jairo Monge, la cuota en favor de los erizos pudo subir dándole sepultura al juego de vuelta.
Nos atrevemos a afirmar que, contrario a la semifinal entre Saprissa y Herediano que está abierta; esta otra está cerrada y ya tiene dueño.
Muy simple: Limón se quedó con dinero y el Alajuelense con la final.
Estragos de ser equipo chico.
Hay que venderle el alma al diablo. ¡Qué lástima!
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