Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 23 julio, 2012
Lo más grave fue que se hizo en presencia de decenas de niños.
Niños que fueron a mirar ilusionados a sus héroes futbolistas y se toparon con escenas violentas que quedarán impregnadas en sus retinas para el resto de su vida.
El mundo está loco y todo está al revés.
En los colegios de nuestra Patria se organizan todos los fines de semana, unas actividades que se llaman “Puestos”, a las que asisten las alumnas de sétimo y octavo nivel a “compartir”, sexo y drogas con sus compañeros de colegio de años superiores.
Las noches de las pijamas, las serenatas y las fiestas de graduación se convierten en muchas ocasiones en orgías donde corren libre alcohol y sexo y nadie se inmuta, pero lo que es peor, nadie lo detiene.
Con 14 mil adolescentes embarazadas cada año y sin padre conocido es fácil adivinar en qué lugares se produce “el suceso”. Se inventan programas de educación sexual, pero no he escuchado a ninguna autoridad educativa oficial, que nos hable de esos “Puestos” o que mínimo inviten a los educadores a celebrar las fiestas de graduación sin alcohol.
Sería un gran paso.
Los futbolistas millonarios y profesionales del Alajuelense y el Herediano tuvieron que conocer en sus ratos libres entre entrenamientos y modelos, cómo un loco mató e hirió el pasado viernes a gente inocente, que acudió a un cine a mirar una película cargada de violencia y a cambio encontró la muerte.
Pocas horas después de tan trágico suceso y ante la presencia de decenas de “güilas”, que fueron a conocer el Estadio Nacional y a disfrutar de un juego de fútbol, los jugadores profesionales protagonizaron escenas violentas y grotescas que perfectamente pudieron desencadenar en una batalla campal extendida a todo el escenario del evento, de manera que los niños ahí presentes pudieron salir lastimados.
Dejar este grotesco y vulgar espectáculo que ofrecieron nada más y nada menos que la mayoría de los integrantes de los equipos campeones de las dos últimas temporadas, sin sanción es un pésimo precedente de la organización y mejor que se olviden de organizar la segunda edición.
A estos boxeadores callejeros uniformados de futbolistas y a sus cuerpos técnicos hay que retenerles la bolsa y exigirles que devuelvan y donen a los niños pobres que fueron a verlos jugar y no a patear, los dineros que se ganaron de forma tan irresponsable. Sería un gesto que mitigaría tanta vergüenza.
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