Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 04 julio, 2012
Soy fanático de la selección de Italia.
Soy fanático de los Indios de Cleveland.
Soy alcohólico.
El alcoholismo es una enfermedad emocional.
Incluso, muchos la llaman la enfermedad de las emociones.
Terminado el trajín de la Eurocopa hay espacio para hablar de otras cosas y por eso deseo escribir un par de Notas, no para ponerme de ejemplo, sino para rendir un testimonio y dar un mensaje a muchos alcohólicos que sufren la enfermedad, destrozan su entorno familiar y no buscan la ayuda necesaria para salir del infierno.
Tienen que entender los alcohólicos activos, que se puede vivir en el cielo sin necesidad de tomar licor y también estar expuesto a una serie de emociones muy fuertes sin caer en la tentación de alzar la copa.
El sábado 23 de junio viajé a la ciudad de Nueva York.
El domingo 24, dentro de un entorno festivo y báquico en la Pequeña Italia, me senté en una mesa de tragos con mis compañeros de viaje a degustar un buen almuerzo, ellos con vinos y sangrías, yo con agua y café negro y presenciamos el juego entre Italia e Inglaterra.
La serie de penales fue de infarto; el gol de Pirlo por esa vía fue una obra de arte que revolcó todo el restaurante repleto de “tifosis”. Corrían las botellas, los brindis y abrazos. Levanté mi taza de café y brindé con mis parientes de sangre italiana, Renato y Daniel, tan emocionado como ellos, pero, sin ninguna obsesión por beber licor.
Al día siguiente, lunes, viajamos al Yankee Stadium a presenciar el primer juego de la serie con los Indios.
Ya en el tercer “inning” el equipo de mis amores pedía 6-0. ¿Por qué no una jarra de birra, como la que se tragan los estadounidenses y la que tomaban mis amigos, para olvidar las penas?
El alcohólico toma por emociones positivas y negativas. Si pega la lotería se emborracha, pero también se embriaga si pierde la Selección o el Saprissa.
¿Cómo puede entonces un enfermo alcohólico como Tano, no sucumbir a la tentación de meterse “un vinito”, en un ambiente de fiesta y al día siguiente de frustración?
Y esto, porque los golpes emocionales no pararon ahí; apenas empezaban, ya que siguieron el martes con otra derrota de la Tribu; el miércoles en un cierre de infarto con los Yankees; el jueves con el triunfo de Italia ante Alemania y aterrizar el domingo pasado cuando los españoles aplastan a mi adorada Italia y no le pasa a uno, alcohólico, ni por la mente “echarse un copetín”. ¿Dónde está la respuesta?
¿En qué sitio se halló la solución? Sigo mañana.
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