Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 31 mayo, 2012
Cuando a mí me explicaron los alcohólicos anónimos en qué consistía la enfermedad del alcoholismo, que suma tres características fundamentales: es física, mental y emocional y ataca el alma, el cuerpo y el espíritu, pude entender que mi comportamiento y muchas de mis acciones como joven adolescente o colegial, eran las de un alcohólico.
Tomar licor para abrazar, para poder besar, para jugar, para nadar, para cantar; tomar licor para cambiar mi estado emocional y “sentirme” diferente, eran conductas propias de una persona enferma emocionalmente, que necesitaba drogarse para ejecutar acciones que, sin el consumo de las cervezas u otras bebidas con alcohol, habitualmente no haría.
Siendo el alcoholismo una enfermedad progresiva, me fue atrapando conforme seguí consumiendo y el alcohol cumplió finalmente su cometido: me arrastró, humilló, me exhibió, destrozó a las personas que yo más amaba y quería, y finalmente me mató.
La ignorancia de los costarricenses, para no involucrar a otras nacionalidades sobre lo que es el alcoholismo y específicamente sobre quién es alcohólico, ha tenido consecuencias trágicas especialmente entre nuestros jóvenes.
La juventud costarricense está totalmente alcoholizada; nuestros jóvenes consumen alcohol con parámetros escalofriantes y a edades cada vez más bajas (ya aquello de los 13 años es de la prehistoria). Se consume guaro desde quinto grado de escuela, pero lamentablemente, se sigue considerando alcohólica únicamente a la persona que exhibe su enfermedad tirada en los caños de nuestras ciudades.
Tan alcohólico es el que está tirado en la zona roja del mercado; como el que cae borracho en la lujosa alfombra de su residencia.
El alcohólico es la persona que cuando ingiere licor tiene problemas; pegar contra un poste conduciendo borracho es tremendo problema; alcohólica es la persona que no puede controlar la bebida, aunque sea jugador del Saprissa o el Alajuelense.
Cuando los futbolistas, para hablar por ahora de este gremio, se “jalan” una torta por tomar licor; sus patronos, los dirigentes, pretenden tapar y ocultar la gravedad del problema con decisiones que de no ser por tratarse de algo tan dramático, solo pueden causar risa.
A un futbolista que hace pocos días pegó con un poste, manejando ebrio, sus patronos, para ayudarlo, le pusieron psicólogo, fisiólogo y nutricionista. ¡No sea tan güevón!
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