Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 28 febrero, 2012
La Organización Mundial de la Salud considera y califica al alcoholismo como una enfermedad, física, mental y emocional, que ataca el cuerpo, el alma y el espíritu.
Algunos la llaman perversa enfermedad del alma y otros la califican como la enfermedad de las emociones.
Se ingiere mucho alcohol por asuntos emocionales, positivos (pegar la lotería, un aumento de salario, el triunfo del equipo preferido) y negativos (una muerte, un divorcio, un despido laboral).
Como enfermedad, la persona que es alcohólica necesita un tratamiento y es alcohólico el hombre o la mujer que cuando bebe alcohol tiene problemas y no puede gobernar la bebida. Esta lo gobierna a él.
De manera que no es leyendo la Biblia o cambiándose de religión, con todo el respeto a todas ellas, que una persona que tiene problemas con su manera de tomar va a dejar de hacerlo. Se requiere un tratamiento y está comprobado que el programa de AA es la mejor respuesta al problema.
Digo esto porque el excelente beisbolista Josh Hamilton, de los Vigilantes de Texas, que ha tenido serios problemas por el consumo de alcohol y otras drogas, no está respondiendo a su problema de la forma adecuada.
Una información de EFE dice que “Hamilton, dijo en su primer día de prácticas que está tomando consejería al lado de su esposa Katie, como parte de un proceso de recuperación.
El guardabosques tuvo una recaída en su forma de beber hace poco más de tres semanas en un bar de Dallas, pero se disculpó con sus aficionados, su equipo y su familia.
El viernes, cuando tuvo su primera sesión de preguntas con los medios de comunicación, se presentó con una Biblia e incluso leyó cinco versículos, y dijo que su fe es un instrumento clave en su recuperación”.
Todo esto es muy respetable y puede que funcione, pero no es el camino correcto.
A punto de convertirse en agente libre y a la espera de otro contrato multimillonario —Hamilton ganará $13,7 millones la presente campaña como parte de un contrato de dos años que firmó la temporada pasada—, es casi seguro y lo decimos por experiencia propia, que presentándose a entrenar con su esposa y leyendo versículos bíblicos, el deportista busque manipular a sus patronos, tema en que los alcohólicos somos expertos.
Por cierto, esto que hace Hamilton en Texas, lo copian decenas de deportistas por acá y los dirigentes caen en las trampas.
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