Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 21 diciembre, 2011
La muerte de Héctor Núñez duele y me impacta.
He perdido a un gran amigo.
La Copa América, que conquistó en 1995 como técnico de Uruguay, puso a dudar a la cadena de detractores que colaboraron a quitarlo como entrenador de la Selección Nacional sobre sus verdaderas capacidades.
Hombre, futbolista y entrenador de mundo, risueño, bonachón y bohemio, disfrutó de la vida a plenitud y se ha marchado apenas en la madrugada de una tercera edad que, conociéndolo, estaba dispuesto a disfrutarla como cierre de una trayectoria deportiva que trascendió, porque el “Pichón”, fue un pequeño extremo derecho goleador, que duró poco en las filas del Nacional de Montevideo, cuando los “scouts” del Valencia de España lo ficharon para que defendiera los colores del equipo “Che” por siete temporadas, convirtiéndose rápidamente en goleador y referente del equipo.
Solo otro grande, como Mario Kempes, pudo superar el número de goles y el cariño y fervor que le dispensó la afición del club de las naranjas.
Me gusta defender el trabajo de algunos entrenadores; lógicamente acierto y yerro en las argumentaciones y en este caso específico, don Héctor y su asistente Sergio Tejera siempre contaron con el modesto apoyo de mi pluma.
Muchas horas al lado de los dos, en la extensa gira que realizó la Selección Nacional por Chile, Uruguay, Ecuador y Panamá antes de que arrancara la eliminatoria mundialista al mundial Estados Unidos 94, me hizo valorar e identificarme con su trabajo, pero más con su personalidad, muy atrayente y carismática.
Cesado como técnico de Costa Rica tuvo luego la gentileza de invitarme a dos acontecimientos que marcaron mi vida profesional: una pasantía de tres semanas dentro de las filas del Valencia, que incluyó entrenamientos en la ciudad deportiva de Paterna y tres partidos de la liga española, el último contra Rayo Vallecano en Madrid, donde pude vivir, compartir, entrevistar y ver jugar a figuras valencianas de la talla de Mijatovic, Quique Sánchez, Giner, Pizzi, Mendieta y luego disfrutar en Montevideo en ese 1995, de la Copa América completa, todos los partidos de la selección charrúa, incluyendo la final ante Brasil que ganó la celeste en penales.
Compartí muchísimos ratos con don Héctor, su esposa, su hijo Tecos, que nació en Guadalajara; en mucho me convirtió en periodista de mundo; hoy se lo reconozco y ahora pido que descanse en paz.
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