Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 23 septiembre, 2011
Antes que nada.
¡Guárdenle la 12 a Pablo Gabas!
En la Selección Nacional ya ese número tiene dueño, después del partidazo que se jugó el ahora costarricense contra el Galaxy, golazo incluido; Pablo estaba lúcido y motivado; nos dio la impresión de que quería jugarse el partido de su vida en fecha memorable, sobre todo para nosotros, los costarricenses que por voluntad del argentino, ahora pudimos adoptarlo como compatriota.
El volante del Alajuelense se jugó un primer tiempo perfecto, dominando la pelota, cuidándola, transitándola con sentido; dibujó acciones de salón ante la mirada atónita de Landon Donovan y compañeros que solo veían al número “doce” lucirse. Y además, les mete ese bombazo. ¡Qué clase de remate de tiro libre; qué locura!
Para la segunda parte, Gabas bajó el ritmo: la verdad que este fue un partido entre el Alajuelense y el Galaxy intenso, dramático, de alto nivel competitivo, que presentó una segunda parte mejor que la primera, después de que David Beckham, un verdadero crack, decidió meterse en el juego y echarse el equipo a sus espaldas, una vez que vio la tarjeta amarilla, bien sacada por el mediocre silbatero Courtiney Campbell, pero que el inglés consideró injusta.
Se “cabrió” quizá el futbolista más mediático del mundo y se puso a jugar al fútbol, para beneficio del Galaxy, pero más para beneplácito de una masiva concurrencia que llenó el Morera Soto, después de notarlo algo flojo en la primera parte.
El juego de Beckham es fenomenal, solo que no se nota: el público se acostumbró a aplaudirlo cuando ejecuta sus jugadas preferidas, las que lo guiaron a la cumbre; sus centros en curva y venenosos y sus tiros de esquina y libres que son frascos de cianuro que rebotan en la nariz del portero contrario.
¡Pero qué va!
Su fútbol está para mucho más que hacer “centritos” y analizando sus desplazamientos en el segundo tiempo, nos dimos cuenta de que el Galaxy pasa completito por su talento, su habilidad para acomodarse en el punto exacto del terreno; recepcionar y distribuir con clase y categoría. En la parte final de su carrera mostró destellos de lo que lo hizo grande pocos años atrás.
La Liga se jugó un gran partido y el Macho Ramírez de nuevo calló bocas, porque puso a jugar a su equipo como grande, sin fisuras, serio y concentrado en un verdadero clásico entre dos “cocos” de la Concacaf, con el perdón de los mexicanos.
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