Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 07 septiembre, 2011
No se trata de hacer leña del árbol caído; se trata de analizar.
No hemos sido de la corriente que somos los mejores del mundo porque le ganamos a Estados Unidos, ni los peores porque nos apaleó Ecuador.
Si la Selección Nacional hace un buen partido y en California lo cumplió, es bueno resaltarlo y es bueno ilusionarse con que quizá el siguiente se puede jugar igual de bien, o mejor, cosa que desde luego, en Quito no sucedió.
La victoria en Carlson nos ilusionó; la goleada en Ecuador, nos hizo regresar a la verdad de los hechos y la verdad de los hechos la escribimos en la Nota de Tano del pasado lunes. El fútbol costarricense es de muy bajo nivel, aunque Juan Luis Hernández, Ronald González y otros opinen lo contrario.
El haber clasificado a varios mundiales en diferentes categorías, que es el argumento principal de quienes defienden la calidad de los jugadores criollos, no es de peso. Es más, la última clasificación de Costa Rica al Mundial en Colombia, se ganó en una mesa y no en una cancha. ¡No nos engañemos!
Además, a algunas Copas del Mundo, sobre todo de categorías menores, hemos ido porque se clasifican cuatro de seis o tres de cuatro. Vamos por cantidad y no por calidad.
Hay que seguir insistiendo: el fútbol costarricense no tiene vértigo, velocidad, ritmo, espacio, verticalidad, explosividad, ni imaginación. Es lento, soso, aburrido, predecible y se juega más para atrás que para delante.
El 99% de los jugadores costarricenses no sabe qué hacer con la pelota después de que traspasan la mitad del campo y por eso, por falta de calidad, la juegan para atrás y los “ataques” terminan en las manos de nuestro propio portero.
Mientras no se les enseñe con verdaderos maestros a un grupo de niños, no se cuántos, mil o 2 mil a jugar al fútbol desde edad infantil, seguiremos dando tumbos dentro de un círculo vicioso canceroso y terminal, que no cambia, ni varía, ni se transforma cada cuatro años, se clasifique o no a un Mundial.
Lo escribo a cada rato; desde Italia 90 no se ha hecho un solo movimiento revolucionario para que el fútbol de este país mejore; solo ponemos parches, el parche de la improvisación, el parche de la envidia, el parche de la serruchada de piso, el parche de la desidia del Estado hacia todo lo que se llame deporte.
Con parches no hay curas. Con parches lo que se siembran y consiguen son goleadas como la de ayer.
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