Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 01 septiembre, 2011
La prensa tiene poder; ha derrocado gobiernos, cerrado empresas, provocado guerras; ha catapultado suicidios; ha enviado a la ruina a políticos, artistas, deportistas, magnates, “bombetas”, en fin, toda una ensalada de personajes que sucumbieron ante los fuertes tentáculos del llamado cuarto poder de una nación.
La interrogante que planteamos ayer fue esta.
¿Para qué tenerla de enemiga si puede ser amiga?
¿Para qué ponerle distancia sin conocerla?
Puede ser que la prensa sea igual en todas partes, pero quien vaya a tenerla cerca y está obligado por sus funciones a compartir con ella, debe medir en qué se parece a las otras y conocer si hay espacios para hallar diferencias, porque de lo contrario, todos los periodistas serían una m… y eso no es así.
Cuando Ricardo La Volpe, antes de pisar suelo tico, contrató a un periodista deportivo para que le llevara la agenda y así, no ser molestado por la prensa costarricense, de antemano construyó un muro de Berlín que se mantuvo levantado durante los diez meses de su gestión. El argentino nos resultó un personaje impenetrable.
Nada nuevo, porque siempre fue así, en México, Argentina y la Cochinchina, pero como examen profesional para los colegas, tratar con tipos como La Volpe es toda una odisea que aunque parezca extraño, deja aprendizaje en el ejercicio de la profesión.
El director técnico no debe rendirle pleitesía a la prensa, no debe ser sumiso a sus dictados, ni mucho menos acomodado por conveniencia. Lo que debe hacer es mantener la distancia con inteligencia.
No necesita mucho tiempo un entrenador para conocer con qué tipo de periodismo está tratando y le será muy fácil deshojar la margarita; pero para conocerla, primero debe meterse en su círculo y no mantenerse alejado de él (La Volpe), como si se tratara de un virus o de un puñado de leprosos, con el perdón para estos.
Con dos o tres conferencias de prensa, cualquier técnico inteligente y que no esté de antemano a la defensiva, podrá distinguir al periodista que vale la pena y poner oídos sordos a los otros. Con prudencia, tolerancia, sentido común y tacto, puede moverlos como quiera; puede ganárselos fácilmente y entonces, evitar la guerra.
Ya La Volpe se marchó: agrio y amargado. Llega Jorge Luis Pinto que en este campo específico tampoco es un lecho de rosas. ¿Habrá aprendido nuestra prensa deportiva alguna lección?
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