Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 18 julio, 2011
La Copa América se volvió loca.
No solo quedaron eliminados Argentina y Brasil, dos de los grandes favoritos y acaparadores de varias coronas, sino que Venezuela se dio el lujo de despachar a Chile.
Ha sido el triunfo de la garra celeste y la sangre guaraní, guerrera por excelencia.
Se suma un Perú que pudo finalmente combinar la técnica muy propia de sus futbolistas con mucho de táctica, gracias al laborioso trabajo de su entrenador Sergio Markarian, un detalle que creemos, es lo que busca Ricardo La Volpe con Costa Rica, lograr que su mano de obra con calidad técnica, aprenda de tácticas; y Venezuela, que cada torneo sorprende menos, en mucho también porque ha respetado el proceso (este sí es de verdad) que lleva con su joven timonel, César Farías.
Estamos de acuerdo en que lanzar penales es una lotería.
Pero, cuando un equipo es superior sobre el otro, por nómina, historia y tradición, no son los lanzamientos desde el punto de penal los que deberían resolver el marcador, sino la calidad del equipo señalado como favorito. Sea como sea o por lo que sea, que el grande llegue a resolver sus partidos contra el “chico”, desde el punto de penal, denota falta de capacidad.
¡Claro que los porteros también juegan!
El trabajo maravilloso de Fernando Muslera, de Uruguay, y Justo Villar, de Paraguay, tuvo mucho que ver para que argentinos y brasileños se quedaran a la deriva, pero por cada tres o cuatro acciones determinantes de ellos, vimos también demasiada flojera y falta de recursos de grandes estrellas del fútbol mundial, que no supieron definir las opciones que se les presentaron para solucionar los dilemas.
La Copa América deja enseñanzas; cada vez que un grande se va al despeñadero, se debe analizar y mirar la causa.
La garra de los uruguayos fue impresionante; repetida, pero impresionante.
¡Qué titanes estos celestes!
Son fieras marcando, presionando, pegando, corriendo. Suben, dan, bajan, dan; colosos del rectángulo, orgullo de nación.
¡Así es como se juega y como se marca; discípulos de La Volpe!
Aprendan, por favor.
Brasil lució tan desteñida como su uniforme; amarilla y pálida; descolorida y sin suerte; lo contrario de Paraguay, que muy a la italiana, avanzó sin ganar. Chile se confió, como Colombia, pagó esa osadía y la “vinotinto” continúa demostrando en territorios suramericanos que el juego del fútbol se ha equilibrado y que cada vez más hay menos enemigos pequeños.
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