Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 13 julio, 2011
Una de las cuatro potencias futbolísticas del mundo junto a Brasil, Italia y Alemania, acaparadoras del mayor número de títulos mundiales, se enfrentaba contra una selección juvenil en un momento clave y decisivo de su larga y brillante trayectoria.
Argentina contra las cuerdas, contra la pared, obligada a ganar en su patio para no quedar eliminada de una Copa América de la que era anfitriona, forma con todo su arsenal, sin guardarse a nadie y le presenta a Costa Rica una de las selecciones que en dólares, podría ser la más cara del planeta y los “güilas” les aguantan 44 minutos.
Para mí esto fue majestuoso y es lo que me interesa rescatar del partido.
Tenía la impresión de que Argentina nos iba a aplastar desde el primer minuto; era tan abismal la diferencia entre la carrera deportiva y trayectoria de sus futbolistas, comparada con la de los nuestros, que no me imaginaba otro partido que no fuera el que se vio en la segunda parte, con un resultado final que lo tenía retratado con un 5-0 o 6-0.
Me imaginé lo peor, sobre todo por el entorno del partido; un estadio a reventar y una Argentina contra la pared, obligada a triunfar. Es que si el equipo de Batista hubiera llegado clasificado a este compromiso, las cosas hubiesen sido enmarcadas diferente.
No sé si notaron el entusiasmo, los gritos, el festejo, los abrazos y la alegría total de los seleccionados argentinos, de su cuerpo técnico y de los jugadores reservistas conforme cayeron los goles.
¡Parecía que se los estaban anotando al Brasil!
¡Qué locura con el primer gol de Agüero!
Este detalle anímico refleja la relevancia del resultado para los locales que, parece mentira, se jugaban uno de los partidos más trascendentales de su historia y, contra los juveniles de Costa Rica.
Entonces, para mí fue soberbio lo que hizo Costa Rica en casi toda la primera parte, porque ni metió el bus, ni perdió tiempo, ni voló patadas, ni marcó hombre a hombre; los jóvenes con edad promedio de 22 años se plantaron ante la constelación de estrellas y sobrevivieron. Me atrajo y me encantó el trabajo del equipo y lo rescato con muchísimo positivismo para la eliminatoria.
Luego, tras el primer gol y la salida de Francisco Calvo, que aún nadie la explica, se cayó en lo normal y el partido se fue sumergiendo dentro de la lógica que sentenciaba de antemano la cómoda victoria argentina.
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