Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 01 julio, 2011
Si la humanidad fuera, actuara y viviera como Cañón González, el mundo sería distinto.
El hombre tiene que vivir como don Carlos, para morir en paz como don Carlos.
¡Qué ejemplo de vida nos dio este señor dirigente!
¡Qué más pueden pedir unos hijos de su padre!
Qué regocijo, qué satisfacción, qué orgullo y qué honor deben sentir los herederos de Cañón, luego de leer y escuchar lo que los medios de comunicación dicen de su papá.
¿Habrá herencia más hermosa?
¿Se les podrá dejar a los hijos algo mejor?
¿Cuántos amigos que tengo que lo único que tienen es plata?
O sea, no tienen nada: solo dinero.
Esposa, hijos, yernos, nietos, solo esperan que muera para repartir el banquete. Al hueco y se acabó.
Ni media palabra de recuerdo, todo lo contrario con Cañón.
Hay poco que agregar a tanto artículo de opinión donde dirigentes, entrenadores, jugadores y periodistas deportivos, expresaron su pesar por el fallecimiento de don Carlos y retrataron con sentimiento de verdad, tantas virtudes de este mecenas del deporte y héroe del equipo Carmelita.
Todos tenemos nuestra anécdota con Cañón.
La última vez que lo entrevisté y fue hace varios años, lo hicimos sobre un par de cajas de tomate en un abastecedor que tenía, no recuerdo si en Barva o en Santa Bárbara; desde luego que me sucedió idéntico a todos los que se acercaban al presidente carmelo.
Regresé a la capital como con 15 números de una rifa en beneficio del equipo; en esa entrevista me explicó que el salario de Juan Carlos Arguedas se lo cancelaban entre tres verduleros del mercado alajuelense.
Solo en una ocasión lo miré con saco y corbata, ombligo en ristre porque la camisa no le cerraba y fue cuando lo nombraron delegado de campo en el partido eliminatorio mundialista en el Estadio Nacional entre Costa Rica y México, que se ganó con dos goles de Richard Smith.
Guardo en mi retina la cara de asombro de César Luis Menotti, a la sazón técnico de México, como diciendo… ¿y este, quién es?, cuando Cañón le llamaba la atención para que se estuviera quieto.
¡Lección de vida!
Esa fue la vida de don Carlos González; todos los días una lección: humilde, sonriente, servicial, transparente, virtuoso, sacrificado y sin quejas: cero quejas ni en vida, ni a la hora de la muerte. Leí en una esquela que la Federación de Fútbol lo califica como exdirigente. Por favor; Cañón fue dirigente hasta su último suspiro.
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