Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 13 junio, 2011
Contratado por La República, gracias al apoyo de Cartín Junior y con 80 rojos en la bolsa, el 24 de diciembre por la tarde viajé a la provincia de Alajuela, a revisar un auto Mazda que ofrecía “Vehículos el Arroyo” exactamente en ese precio.
Antes de subir al bus de Tuasa, llame por teléfono a mis hijas y les dije que iba a comprar un auto y que por la noche iríamos a las fiestas en Zapote. Yo estaba muy emocionado; no habían pasado ni cinco meses de que salí del Hogar y ya tenía trabajo y pronto, un carrito.
Subido en el bus, era una hermosa tarde de Navidad, cuando paso al frente del Club Cariari se dibujó en el cielo un hermoso arco iris que pude apreciar en todo su esplendor; un regalo gratuito de la naturaleza como los miles que nos ofrece la Madre Tierra y que uno, cuando está bebiendo no los aprecia, no se detiene en ellos; no los vuelve a ver.
No se por qué me emocioné muchísimo y de repente me entraron ganas de beber; sentí una sed y deseos de tomarme un trago. Por suerte, iba en el bus y tuve tiempo de reaccionar.
En las reuniones de AA, a los primerizos les recomienda la lectura de un libro que se llama “Vivir en sobriedad” y que es conocido entre los alcohólicos en recuperación como el “libro de las trampas”. Tiene enseñanzas específicas de lo que se debe hacer si se le presenta a uno una insidia, o sea, una nueva obsesión o simplemente ganas de beber.
Recomiendan tomarse una gaseosa a pico de botella o “corcor”, que aleje la sed o comer chocolates para llenarse el estómago.
Siguiendo las indicaciones, apenas bajé del bus entré a la primera soda que me topé, me tomé el refresco, me comí un par de “milanes” y la insidia se me quitó. Caminé hasta la agencia de autos y sin siquiera abrir la tapa del motor (de por sí de mecánica no entiendo nada), compré al contado el Mazda de los 80 mil mangos.
¡Vieran qué lata!
Color ladrillo; asiento delantero corrido con dos resortes salidos; marchas en el volante; vidrio trasero lateral que no baja; asiento trasero roto, pero para mí era como un Mercedes Benz.
Apenas salí de la agencia se me quedó varado.
No tenía una gota de gasolina.
Lo empujamos hasta la estación de servicio que está a la entrada a la provincia, le eché un poco de gas y por la noche fui con mis hijas a las fiestas de Zapote, donde disfruté de una experiencia maravillosa.
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