Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 23 marzo, 2011

Los estudiantes de colegio que de 1956 a 1960 éramos fanáticos del Alajuelense, tuvimos mucha suerte, porque fue un lustro donde la Liga tenía un equipazo y se podía dar de tú a tú con el Saprissa, un equipo maravilloso que revolucionó el fútbol de la primera división con una alineación de ensueño, desde que ascendió en 1949.
Aquel Saprissa del Flaco Pérez; Giovanni, Catato y Alex, Marvin y Tulio; Herrera, Murillo, Cuty, Saningo y Rubén, que asombró a los espectadores gracias a la técnica innata de sus diez malabaristas, más la osadía del portero suicida, Mario Pérez, encontró “tata” al final de esos cinco años y la Liga se convirtió en tricampeón nacional en 1958-1959 y 1960.
Los estudiantes de Los Angeles, que teníamos 15, 16 y 17 años y que recibíamos con escasa tolerancia las bromas y burlas de los compañeros morados, felices y orgullosos de su equipo, tuvimos oportunidad durante tres campeonatos de “sacarnos todos los clavos” y fue en los clásicos que se jugaron en el Estadio Nacional, donde vivimos, sentimos y gritamos nuestras alegrías.
Los compañeros saprissistas, apenas les iba mal con un resultado, nos recordaban a los manudos aquel 5-1 en el “estuche”, cuando Saprissa se bailó a la Liga y el “Chino” Lázcarez se sentó en la bola, creo que antes de meter el quinto gol, de “taquito” y de espaldas al marco. (Esto lo estoy escribiendo de memoria y puede que no sea totalmente exacto).
Pero, a lo largo de los clásicos, los manudos tuvimos gratas oportunidades de desquite, específicamente cuando Juan “El loco” Ulloa, arrancaba con la bola desde mitad del campo, superaba por velocidad las marcas de Marvin y Tulio y enfrentaba, cara a cara, al mejor defensa central de Costa Rica de todos los tiempos, Mario “Catato” Cordero, un zurdo con una categoría inusual. El loco se las ingeniaba para dejarlo botado; o lo desplazaba por velocidad o lo burlaba y esto ponía al mejor delantero costarricense que yo he visto en mi vida, al frente del Flaco Pérez. Muchas veces, Ulloa metió el gol para locura de los adolescentes en las gradas (barra del colegio incluida); pero en muchas ocasiones, el Flaco le ganó el duelo, lanzándose a sus pies para apoderarse de la pelota, a mano pelada, sin guantes.
Estos clásicos de esos años, son el mejor recuerdo que tengo del viejo coliseo; confiamos en que vengan otros mejores en el nuevo.
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