Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 11 marzo, 2011
Hay una canción de José Alfredo Jiménez, que se llama “El Ultimo Trago”, que tiene un párrafo que dice así.
“Nada me han enseñado los años, siempre caigo en los mismos errores; otra vez a brindar con extraños y a llorar por los mismos dolores”.
El sentido de la frase les cae de perlas a los fanáticos y seguidores de Liga Deportiva Alajuelense, que se empeñaron en su momento a base de insultos, silbidos y rechiflas, de echar del equipo a uno de los máximos goleadores del campeonato actual, Erick Scott.
A Erick Scott lo echaron de la Liga en dos ocasiones, no los entrenadores, sino los aficionados.
Y que conste, que no entramos a analizar las cualidades o defectos de este delantero, que personalmente poco me agradó, por su manía de jugar de espaldas al marco rival, de manera que cuando recibía el balón, casi siempre estaba estacionado al revés.
Sin embargo, lo que interesa es rescatar el resurgimiento de Scott en las filas sancarleñas, donde Daniel Casas le ha dado ritmo, continuidad, confianza y el ariete responde con goles, todo lo contrario a su accionar en la Liga, donde sus seguidores nunca lo dejaron ni arrancar. Primera bola que tocaba y se escuchaba la serenata de silbidos y los gestos de reprobación.
La historia viene a cuento, con canción incluida, al notar desde hace muchas, pero muchas fechas, la fea conducta y el mal proceder de este mismo grupo de fanáticos alajuelenses, primero contra Leandrinho y últimamente con el brasileño Sarvas.
¡Cómo se mete la afición de la Liga con Leandro Barrios y cómo le destroza su forma de jugar!
Ningún deportista del mundo puede rendir bien si los seguidores de la divisa que defiende, lo silban y le gritan desde que se inicia un partido. Es difícil concentrarse y trabajar bien enfrentando esa actitud normalmente injusta de los fanáticos de un equipo. Hay partidos donde Leandrinho no anota pero colabora mucho tácticamente con el equipo, pero incluso, aunque no haga goles y los pierda, el deber de una fanaticada honesta y responsable con el equipo de sus amores, es alentar, tolerar, apoyar al jugador que no pasa un buen momento y no despedazarlo emocionalmente con silbidos. No vayan a tragarse en una próxima temporada a Leandrinho, moviendo redes con otro uniforme.
Los silbidos a Leandrinho, Luis Marín y Sarvas, se están pasando de la raya.
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