Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 08 febrero, 2011
¡Qué arraigado está en el arbitraje nacional el concepto de la compensación!
Es una calamidad porque compensar en el mismo evento en el que se cometió el error, es de los sucesos peor vistos cuando de impartir justicia se trata.
Están tan mal acostumbrados, mal educados y pésimamente orientados los árbitros del fútbol costarricense, que todos los aficionados adivinan que, al rato del yerro, vendrá la compensación.
Todos los aficionados que vimos el juego de Limón y Alajuelense y observamos el lamentable error del juez central Ricardo Cerdas, con la complicidad de uno de sus asistentes, sabíamos que una vez que en el vestuario, a la hora del descanso, el cuerpo arbitral comprobaría su fallo, vendría en el transcurso del segundo tiempo la compensación.
Un penal a favor de la Liga; un gol del Alajuelense validado en posición fuera de juego o un gol legítimo anulado al rival, que fue finalmente a lo que se apuntó don Ricardo, anulándole a Willian Sunsing una anotación hermosa y legítima, con el afán de compensar.
Y es que, lo más grave de compensar, y esto parece que no lo entienden la mayoría de nuestros silbateros, es que la compensación lo que produce de inmediato es un segundo error, otra injusticia, un nuevo yerro del juez, de manera que lejos de compensar, duplica el pésimo trabajo de quien debe impartir justicia.
Es tan pobre el argumento de nuestros árbitros, que ellos creen que al compensar, hacen justicia, detalle que es nefasto y gravísimo en la conciencia de cualquier juez, sin importar el escenario que ocupe, una silla en un tribunal de justicia o un campo de cualquier deporte.
Empeñarse en compensar un error, afición arraigada de nuestros jueces de fútbol, habla muy mal de la fuerza mental de ellos y obliga a un trabajo extra de quienes son sus profesores y maestros, porque esto no es asunto de reglamentos; es asunto de conciencias y un juez de fútbol que no tenga conciencia o que si la tiene, la traiciona, debe dedicarse a otra función que no sea esa sagrada de ser justo a la hora de cumplir con su profesión.
Muy grave lo sucedido en el Juan Gobán; dado el suceso y más que sacrificar al señor Cerdas, aprovechen quienes trabajan en el referato costarricense esta amarga lección para rectificar y con el apoyo de expertos profesionales, trabajar no solo en la pizarra, sino también en la mente de nuestros silbateros.
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