Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 28 enero, 2011
Retornando a la Selección y para terminar de comentar su actuación en la Copa UNCAF, hubo un detalle que tiene su lado positivo y también preocupante.
Me refiero específicamente al trabajo de Marco Ureña.
Este joven delantero mostró una facilidad pasmosa para quitarse rivales de encima y a la vez, una facilidad pasmosa para botar las oportunidades de gol o desaprovechar su presencia cara a cara con el portero adversario.
No podemos estar de acuerdo con las declaraciones de Ricardo La Volpe de que él no puede enseñarles a jugadores de Selección Nacional a corregir sus defectos, los que arrastran desde sus respectivos equipos.
Si el argentino dijo esto y parece que sí lo dijo, estamos jodidos, porque entonces… ¿para qué se le paga?
Se supone que él es un maestro y la obligación de los profesores es enseñar la materia.
Estamos de acuerdo con que un profesor de secundaria o universitario no le va a enseñar a escribir o a leer a un alumno; esto se hace en el kínder o en primer grado, pero el fútbol es otra cosa y sobre todo en naciones del tercer mundo, donde a los niños los forman no precisamente maestros consagrados de la disciplina, sino jugadores retirados que se quedaron sin trabajo al terminar sus carreras.
Es más; si como se dice, los entrenamientos de Ricardo La Volpe aburren por su insistencia en parar las jugadas en busca de perfeccionarlas y es un entrenador obsesivo por la perfección, no entendemos entonces cómo no quiere enseñar lo que pregona.
El director técnico de Costa Rica está en la obligación, para beneficio del equipo e incluso el suyo personal, de enseñarle, en este caso específico de Marco Ureña, a que aproveche las condiciones naturales que tiene para quitarse marcas, sobrepasar adversarios y que aprenda a definir las jugadas.
Básicamente, a este delantero hay que enseñarle a que levante la cabeza cuando se para al frente o a un costado del marco rival, para que tenga un panorama de toda la acción y pueda mirar si hay compañeros mejor colocados y con mayor ángulo de remate a los que puede pasarles la pelota. Ureña manda unos bombazos al primero y al segundo palo que los ejecuta a ojos cerrados, en ocasiones sin ángulo para la anotación, cuando es asunto de abrir los ojos y buscar un destino mejor.
Don Ricardo, por favor, póngase el overol.
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