Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 10 diciembre, 2010
El pasado sábado en el programa Tano…qué tal! en Radio Monumental, abogué con vehemencia para que el primer partido de la final entre Herediano y Alajuelense se jugara en el estadio Eladio Rosabal Cordero.
Si quieren interpretarlo a calzón quitado, lo que pedí fue que se brincaran los reglamentos; no se quién lo dijo, pero por ahí anda la frase: las leyes se hicieron para romperlas.
Desde luego que no comparto para nada esta sentencia, pero siempre me ha agradado que el sentido común, cuando lo amerita, venza al reglamento.
Por eso choco tanto con mi querido “cuate” Ramón Luis Méndez, un juez absolutamente pegado al reglamento, sin espacio ni luz para el sentido común.
No todo debe ser penalizado, a pesar de que el infractor haya violado la norma; es saludable, depende el hecho, la situación y el momento, analizar los respetivos entornos que dieron paso a esa infracción, antes de sacar la cartulina roja.
En el partido entre Herediano y Santos se dio una situación bien especial, sobre todo en la parte emocional de los fanáticos florenses. Su equipo estaba a dos minutos de ser eliminado del campeonato cuando cayó el gol salvador de Froylan Ledezma. Quien no explote de entusiasmo como seguidor rojiamarillo en instantes como ese, no tiene sangre en sus venas o su corazón es de madera.
A partir de esa anotación se desarrollaron y encadenaron una serie de hechos eufóricos que provocaron un éxtasis en el comportamiento de los fanáticos florenses que probablemente o de seguro, dieron paso luego a las infracciones a la ley.
Pero, la sangre nunca llegó al río; dentro de ese mar de fiesta, nadie fue agredido, ni atacado, ni humillado. Si se dieron actos que rompieron la regla fueron producto de un festejo y no por una reacción de enojo o condena ante una decisión equivocada.
Aquí, digo yo, es cuando el sentido común debe ganarle al reglamento, sobre todo que sigue una final donde lo lindo, excitante, justo y bonito es que los dos equipos se den “bomba” uno contra el otro, cada uno en su patio y sin recibir favores externos, aunque la ley lo proteja.
Entiendo, comprendo y lo sé, que hay antecedentes recientes donde por no aplicarse la ley, equipos finalistas se vieron perjudicados, como le pasó a Saprissa ante Liberia. A pesar de esto, queríamos de verdad que Herediano jugara en su estadio y lo logró. ¡Perdónenme los reglamentistas!
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