Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Sábado 09 octubre, 2010
Costa Rica presentó ante Perú una alineación interesante en su zona de retaguardia; diríamos incluso que sorpresiva, porque dos habituales carrileros, Pablo Herrera por el sector derecho y Bryan Oviedo por el izquierdo, no fueron alineados en sus posiciones “normales” y se instalaron delante de otro par de defensores laterales: Geiner Mora y Christopher Meneses, respectivamente.
Por el centro, Giancarlo González y Gabriel Badilla y como medio de marca, Bismarck Acosta. En el papel, la propuesta de Ronald González lucía atractiva, porque Herrera y Oviedo son futbolistas muy rápidos; Pablo es un rayo y Bryan tiene técnica y buen remate; de hecho fue el seleccionado que más disparó a marco en la primera parte.
Se supone que la idea era que salieran rápido de posiciones defensivas y se juntaran con Michael Barrantes y Josimar Arias en función de acuerpar en ataque al punta solitario: Ever Alfaro.
La portería se le encomendó a Patrick Pemberton y quedó Víctor Bolívar para enfrentar a El Salvador.
Sin embargo, las ilusiones tácticas y la propuesta estratégica del cuerpo técnico de la tricolor se derrumbaron como castillo de arena en cuestión de cinco minutos, pocos y únicos que ocupó la selección de Perú para acomodarse el partido. Ni se habían calentado los actores, cuando ya los anfitriones ganaban 2-0, ambas anotaciones nacidas no de virtudes propias de los locales, que las mostraron luego, sino por desconcentraciones defensivas letales, ya muy comunes de los nuestros.
El 1-0 en el min. 3 se gestó después de que un defensor costarricense despejó a lo que saliera un tiro de esquina y le puso la pelota picandito a Ramírez, quien soltó un latigazo rastrero que engañó por completo la lenta reacción del portero Pemberton, quien se lanzó cuando ya la pelota estaba adentro, tapado por propios y extraños, estacionados delante de él en espera del tiro de esquina.
El 2-0 desnudó las viejas, añejas y malas costumbres de los defensores nacionales, quienes, agarrados mal parados, primero esperan y claman con sus brazos en alto que se señale el fuera de juego inexistente y luego reaccionan tarde a la marca.
El 2-0 tan temprano, dificulta el análisis táctico y técnico del partido; Perú se montó y tranquilizó; Costa Rica se apuró, reaccionó y algo enseñó, dentro de un entorno de limitaciones repetidas.
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