Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Sábado 03 julio, 2010
Quedó la impresión de que la selección de Brasil tiene mentalidad de mantequilla, derretida al primer roce con un poco de calor.
Solo así se explica que un error que se repite en las canchas del mundo a cada instante, cuando un portero se sale en falso, en este caso Julio César y es vencido por el remate de un rival; en esta oportunidad un autogol de un compañero (Felipe Melo), descompense a un equipo que demostró, por lo menos ayer, que no sabe responder con el marcador en contra.
Acostumbrado a ganar, Brasil se quiebra cuando va perdiendo… o se quebró ayer.
El técnico de Holanda, Bert Van Marwijk, ordenó un partido de roce y su decisión, con el aporte del silbatero nipón Yuichi Nishimura, surtió efecto.
Los tulipanes pegaron y pegaron con inteligencia y al límite; fueron por los tobillos de Kaká, Robinho, Fabiano, Alvez y Bastos, “con clase”, porque nunca se expusieron a la expulsión. Volaron lima con categoría y entonces cortaron el juego, desgastaron al rival mental, anímica y futbolísticamente y metieron el partido al ritmo que les convenía.
Cuando usted cuenta en su formación con un par de talentos como Robben y Sneijder, los otros ocho, sin incluir al portero, pueden dedicarse a un tipo de fútbol y dejarle a este binomio la parte seria del asunto.
Repito; no fue aquello una voladera de patadas con la complacencia del juez; nada de eso; fue ver a una Holanda pegando, dando, cortando para ir sacando de sus cabales a un rival al que no le agrada, ni le sirve jugar al fútbol así, como quedó demostrado con las repetidas quejas, gritos, desplantes, desmanes y demás yerbas que enseñó Dunga desde el banquillo.
El director técnico de Brasil mostró todo su enojo por la benevolencia del juez hacia los tulipanes y por no resguardar la técnica, clase y jerarquía de sus pupilos.
Este detalle fue punto culminante para el resultado final del encuentro y la posterior eliminación del principal favorito a ganar el Mundial.
Quizá a Brasil le hizo daño el prólogo del juego, cuando a Robinho se le anuló un gol, pero enseguida metió otro, aprovechando un cráter que abrieron los centrales holandeses. Pintaba fácil el juego, pero Holanda lo cortó, lo rompió y en la segunda parte, la torta de Julio metió al “scratch” en un lío emocional del que jamás se recuperó, desnudando para sorpresa del planeta, a un Brasil aniquilado mentalmente.
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