Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 13 mayo, 2010
Diego Estrada, David Guzmán, Marco Ureña y Josué Martínez tienen muchas cosas en común: fueron mundialistas en Egipto; estuvieron a pocos minutos de ganar la medalla de bronce; dos de ellos son mediocampistas y dos delanteros y goleadores y son casi de la misma edad.
Pero, tienen una diferencia.
Martínez y Guzmán juegan en el Saprissa; Estrada y Ureña en el Alajuelense y parece que, desde ligas menores esto los marca porque una vez llegado el prematuro estrellato, el comportamiento y la actitud de estos cuatro futbolistas, ha sido completamente diferente.
Los dos del Saprissa muestran una madurez envidiable a su edad; quizá sea academia; en cambio, los de la Liga son inmaduros, explosivos y de saltos emocionales no controlados por el cuerpo técnico del equipo.
Diego Estrada se nos ha convertido en un Walter Centeno en perspectiva; un fútbol envidiable y un comportamiento fuera de la cancha, sobre todo con la prensa deportiva, repudiable.
Ureña se duerme en su apartamento, llega tarde a las prácticas; no se entrena al ciento por ciento (todo esto reconocido en parte por él mismo y por Sibaja, su técnico), y, supongo que lo habrán notado, cuando Diego mete un gol solo se abraza con Ureña y cuando Ureña mete un gol, solo se abraza con Estrada. Luego llegan los demás compañeros al festejo y a Luis Roberto Sibaja, ni lo alzan a ver.
Ureña y Estrada son de personalidad conflictiva.
Guzmán y Martínez no.
Roy Myers los pone de titulares, después los sienta cuatro o cinco partidos; vuelven a ser estelares y siempre se comportan igual. Con respeto hacia el entrenador, con actitud triunfalista, muy al estilo Saprissa, algo de lo que se nutren sus futbolistas desde ligas menores.
Después de llegar de Egipto, Diego Estrada ha tenido como mínimo tres altercados con la prensa; Guzmán, ninguno.
Marco Ureña ha sido noticia dentro y fuera del campo; cada vez que juega o no juega, tiene que intervenir el entrenador para dar explicaciones. Con Josué no sucede lo mismo; su relación con Myers es muy distinta a la de los rojinegros, de manera que llegar al fondo de este curioso comportamiento de cuatro “carajillos” de una misma generación, para conocer sus causas, es más tarea de mi querido compañero de colegio, el sociólogo Francisco Escobar que de un simple comentarista deportivo.
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