Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 16 marzo, 2010
Un señor muy culto al que personalmente le guardo un profundo respeto y tremenda admiración, pues fue mi maestro en la Escuela de Comunicación, manifestó en un programa deportivo que para qué construyen un Estadio Nacional, donde se van a jugar muy pocos partidos y que además, los clubes que ahí juegan y sus futbolistas, no son deportistas, sino actores y protagonistas de un gran negocio que es el fútbol.
Da a entender el maestro que el deporte competitivo en sí mismo no es deporte, sino negocio y que el verdadero deporte es el recreativo, el que practican los jóvenes en sus diferentes disciplinas, agrego yo “antes de malearse”.
Este hombre culto, desde luego, no muy amigo del deporte competitivo, agregó que en lugar de aceptar la donación del Gobierno de China y construir un Estadio Nacional que no “sirve para nada” y al que prometió no asistir nunca jamás, él hubiese construido diez o 15 piscinas y abierto 20 ó 30 canchas en zonas marginadas, para que los verdaderos deportistas, o sea, los niños, jugaran, practicaran y entrenaran en esas instalaciones.
Renegó de la creación por ley del Ministerio del Deporte e hizo mofa de que la máxima autoridad deportiva del país, tenga el cargo de viceministro de Salud.
¿Ministerio del Deporte para qué?
¿Qué tiene que hacer un dirigente deportivo en el área de salud?
Muchas interrogantes lanzaba mi querido maestro, al rato que también descuartizaba a dos ministros de Cultura que lo precedieron, uno de ellos mujer, por destrozar en pocos meses la obra monumental que él hizo en el campo del “deporte verdadero”.
Al actual presidente del Instituto Costarricense del Deporte, metido de lleno en la coordinación con los chinos de la construcción del nuevo Estadio Nacional, lo despedazó sin nombrarlo.
Es curiosa esta animadversión de hombres cultos hacia el deporte competitivo; no le guardan ningún respeto.
Personalmente no sé nada de arte; he visitado personalmente los museos del Vaticano, El Prado y Louvre y aunque no entiendo nada, valoro y admiro las obras artísticas ahí expuestas. Nunca me ha pasado por la mente el reclamar que Rafa Fernández o Felo García vendan sus obras de arte, como Walter Centeno cobra por jugar, o que boten la Casa Amarilla, que ahí nunca pasa nada, para con su venta, erradicar tugurios por el parque Bolívar.
Cada cosa en su tiempo y lugar.
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