Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 26 julio, 2016
Las fotografías que publica la prensa inglesa del astro futbolístico Paul Gascoigne, quizá en la etapa crónica final de la enfermedad del alcoholismo que lo aqueja, son dolorosas y patéticas.
Sin embargo, dentro del dramatismo del evento se debe rescatar un mensaje: un mensaje de vida o de muerte.
El alcohol mata y seguramente a Gascoigne lo va a matar. Matarlo físicamente, porque hace rato que este maravilloso futbolista se murió emocionalmente.
Miro las fotografía de Paul, me detengo, las observo y analizo desde todos los ángulos y me digo: “ese soy yo; ese fui yo; Dios Mío, gracias que me sacaste de ese infierno”.
Ese harapo humano deteriorado por el alcoholismo, en algunas fotos porta un crucifijo en su pecho, probablemente puesto en el corazón de este ser humano por algún familiar cercano o un buen amigo.
¡Que Dios lo acompañe en este sendero infernal; en este suicidio lento, que terminará para Paul en la soledad de una habitación, la cama de un hospital o un caño!, dirán quienes lo aman.
Tuvo gloria y familia; tuvo y tiene amigos que lo adoran, quieren, admiran, pero lucen impotentes para ayudarlo y reubicarlo en la ruta correcta: la ruta de la sobriedad.
Ellos son los que guindan el crucifijo en el pecho de Gascoigne a la espera del milagro, pero, en esto del alcoholismo se escribe una sentencia.
¡Si uno no quiere, ni Dios puede!
La conocemos muy bien los alcohólicos que estamos en recuperación y sabemos que mientras Paul Gascoigne no se derrote, no se arrodille, no acepte que es alcohólico y que tiene una enfermedad que lo va a matar, absolutamente nada se puede hacer para ayudarlo.
Un día, cualquier día, sin que interese lugar o edad, Paul Gascoigne se tomó su primer trago de alcohol envasado en lo que sea: cerveza, whisky, vino, ron, vodka, ginebra, sin imaginarse jamás cómo terminaría esa historia.
En el campeonato nacional de fútbol hay muchos jugadores afines a la fiesta; igual consumen alcohol y piensan que a ellos… nada les va a pasar.
Bueno, ojalá que nada les suceda, pero igual pensó esta estrella del fútbol mundial que enloqueció con su juego a toda Inglaterra y que hoy, por falta de humildad para aceptar que tiene un problema con el guaro, exhibe su desgracia ante la mirada atónita del planeta fútbol que lo idolatró y todavía lo quiere.
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