Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 15 marzo, 2016
La diferencia entre intensidad de juego, que no es sinónimo de calidad, en los últimos tres clásicos jugados en el fútbol nacional (Alajuelense 1 Saprissa 0), Argentina (River Plate 0 Boca Juniors 0) y el domingo en México (Guadalajara 1 América 2), obliga a rendir pleitesía al duelo mexicano.
El clásico costarricense resultó cortado, calculado, medido, apenas para el gasto y que apenas sirvió para que los fanáticos rojinegros empezaran a sacarse una porción del clavo que les atornilló el Monstruo en la final del Invierno anterior. Fue un partido sin pasión.
El argentino fue un largo bostezo; una decepción; se jugó con tonos grises, acordes con las personalidades de sus respectivos técnicos: Barros Schelotto y el “Muñeco” Gallardo, más aburridos y sin picante que uno de los uruguayos que entrena por acá.
En cambio el clásico entre Chivas y las Águilas resultó espectacular; apasionado, frenético, motivante, con una canasta de ingredientes que enardece al más calmado: arbitraje polémico, goles anulados, expulsiones, conatos de bronca, tribunas repletas, dientes apretados, uñas comidas, ojos cerrados en un alargue de casi nueve minutos dignos de infarto. ¡Dramático!
La prensa mexicana se volcó en elogios hacia la confrontación y reconoció que el mejor fútbol lo puso Chivas, pero no alcanzó. Cargaron contra el arbitraje de Fernando Guerrero que lo consideraron cargado en favor de las Águilas.
Trozos de las crónicas muy descriptivos, decían que “el desenlace no cambia la historia, ni la histeria. América sigue en zona de ilusiones y las Chivas en zona de lástima. Pero, ni en el Nido puede haber tranquilidad, ni en el Rebaño puede haber tregua. Uno lamenta cómo ganó y el otro lamenta cómo perdió. Los dos equipos propiciaron una fiesta sólo mancillada por errores arbitrales y el salvajismo de la tribuna”.
Observé el clásico completo y saqué una conclusión: la intensidad del juego fue monumental; en el campeonato nuestro nunca se juega a ese ritmo. Pero... ¿saben una cosa?
Hoy el fútbol costarricense cuenta con mejores individualidades que los mexicanos. No vi en este clásico, un solo futbolista mexicano que me sorprendiera: se lucieron los extranjeros y una camada de veteranos locales que regresaron a jugar la liga azteca tras un paso apenas regular en Europa. Si Óscar Ramírez le mete intensidad a la Tricolor, nos los tragamos.
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