Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 24 agosto, 2015
Nueva York. Me quedé estático al frente de la computadora en el hotel neoyorquino. Presumía lo peor porque la noche anterior la familia de don Orlando de León pedía oraciones a sus allegados por la salud del entrenador. La pequeña pantalla me lanzó la información: murió don Orlando de León y de inmediato me trasladé a San Ramón.
Fue que nos iniciamos casi juntos; él como director técnico en tierra poeta y nosotros redactores deportivos en La Nación, de manera que desde 1972 me tocó escribir de sus logros y hazañas en los terrenos de juego, valorando como lo hace hoy el pueblo costarricense quizá su principal virtud deportiva: la pasión por el fútbol.
El “ojo de tigre” fue el mejor calificativo para este estratega del fútbol, un charrúa de hueso colorado que detectaba talentos con una breve mirada, los acercaba a sus conocimientos, los pulía y los convertía en estrellas. Una vez que el joven futbolista abrazaba la gloria, don Orlando se hacía a un lado.
¡Estamos hablando de un maestro!
Temas ajenos al fútbol nos juntaron con su señora Cecilia y sus cuñados Hugo Sánchez y doña Marta y fue en este entorno familiar que don Orlando ganó el partido de su vida y por goleada.
¡Qué clase de hombre de hogar!
¡Qué ejemplo más hermoso y vital le presentó a la sociedad costarricense este esposo amoroso, leal, sincero y transparente y papá mil por mil!
Cecilia y Orlando formaron una familia maravillosa con hijos que se distinguieron en diferentes ámbitos profesionales dentro y fuera de nuestras fronteras.
Orlando de León fue un hombre muy culto y quienes tuvimos el honor de ser recibidos en su residencia, rápido respirábamos una mezcla de arte, cultura y fútbol en su interior.
Hace pocos meses, un gol de Pablo Gabas que perfectamente pudo ser anulado por el juez de turno, le arrebató a don Orlando en un instante lo que hubiera sido la conquista más deseada en su brillante carrera: ¡hacer al Herediano campeón nacional!
Curiosamente, no hizo campeón al club de sus amores, pero hoy que duerme en paz, el pueblo que amó lo califica unánimemente como un campeón, de manera, querido Orlando, que sí lograste título con el Team.
Me duele muchísimo no poder acompañarte en tu viaje a la paz; regreso al país hasta mañana martes.
A la distancia, un abrazo solidario a Cecilia, tus hijos y demás familiares. Yo sé que tú sabes que fuimos buenos “cuates” y con eso me alcanza. ¿Viste?
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