Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 21 agosto, 2015
Nueva York. Quien fuera gran receptor de la Selección Nacional y de la UCR en los 70, Mario Zeledón y su esposa Armonía Sotillo, nos acompañaron anoche al Yankee Stadium a presenciar el primer juego de la serie con los Indios.
Renato Mirabelli, Fabio Pérez Merino, Santiago “Chago” Bonilla, Rodolfo Goicoechea y Manuel Emilio Bolaños completan el grupo, todos yanquistas de hueso colorado, dispuestos a triturar a Tano, fanático de La Tribu con toda clase de chotas conforme se desarrolle la serie entre un equipo líder en la División Este de la Liga Americana, con otro que está en el sótano de la Central.
Hace dos años nos acompañó a esta excursión el arquitecto Fernando Aronne, quien con su gran sentido del humor y durante esta misma serie entre los Bombarderos del Bronx y los Indios, decía que el béisbol es el único deporte donde los jugadores juegan con pijama y con faja.
Decía que qué gracia tiene ver a un “cátcher” que utiliza un guante del tamaño de una almohada, atrapar una bolita tipo ping pong, lo mismo la primera base.
Agregaba Fernando que el béisbol está repleto de “ladrones” que se “roban” la almohadilla o “estafan” la tercera base y que los estadios se asemejan a amplias residencias que ocupan de jardineros o parques nacionales en los que trabajan guardabosques.
Con una amplia sonrisa, el papá de Esteban Aronne, colega de Radio Monumental decía que un jugador se “voló la cerca” y vale que no se voló otra cosa y que otro beisbolista conectó un “palo de cuatro esquinas” y solo le faltó una para ser igual que la de Tibás.
Sentado con el grupo en las gradas del Yankee Stadium, Fernando decía que se sentía como en un restaurante, porque los narradores hablaban de que en el diamante jugaba un “camarero”; otro era “antesalista” como en sala de cirugía y otro “inicialista” como adolescente virgen.
Aronne nunca entendió que era aquello de “bola baja” y “bola alta”, si la bola siempre era la misma y le sorprendió muchísimo ver a un gordo con una máscara, el pecho inflado y panza de músico trasnochado, hacer un sinnúmero de señas detrás de otro gordo, también con máscara que era el único que jugaba sentado.
A los compañeros de viaje en aquella ocasión, nos quedó la impresión de que Fernando o no entendió o no le gustó el béisbol, porque en el segundo inning se durmió y roncaba como un viejito.
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