Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 13 julio, 2015
Se toman decisiones que tienen consecuencias.
Cuando Jorge Luis Pinto decidió no seguir al frente de Costa Rica o los dirigentes decidieron despedirlo, la Comisión de Selecciones publicó en los medios deportivos las credenciales que debía reunir el sucesor del colombiano.
Adrián Gutiérrez, su presidente, afirmó que por lo sucedido en Brasil el fútbol costarricense tenía que ponerse en manos de un director técnico superior al anterior (quinto mejor del planeta), de ahí los exigentes requisitos que se anotaron en el papel para los candidatos.
Pasó lo que pasó con el mechudo Gareca y otros cotizados entrenadores que no pudieron o no aceptaron la propuesta para entrenar la Tricolor y la dirigencia cometió el tremendo error de dársela a Paulo César Wanchope.
Como técnico, don Paulo no reunía ni el 70% de los requisitos que exigía la dirigencia del fútbol nacional.
Lógicamente que se subieron todos en un tobogán que solo tiene una ruta: el descenso.
Nos despeñamos en el escalafón de FIFA, que es un hecho de poca relevancia, salvo para firmar altos contratos en juegos amistosos, pero lo más grave, nos despeñamos en la cancha y ahí sí duele.
La carrera de Wanchope como director técnico es corta y decepcionante: pasos cortos y de malos resultados en Herediano y Uruguay. Agrega un título académico en aula de poca monta.
Entonces, antes de Brasil 14 se podía seguir jugando de casita con la Selección Nacional, pero después de lo que ofreció Costa Rica en ese Mundial, la dirigencia estaba obligada a firmar un técnico de alto nivel mundial y aflojar el billete.
Darle la Selección Nacional a Paulo César marcó un retroceso; un retorno a los viejos tiempos de la improvisación y muy a lo tico... ¡juguémonosla con el hombre a ver cómo nos va!
Todos estamos viendo cómo nos va.
Y conste que no es responsabilidad de Chope; él se siente capacitado para el puesto. El caos es que como técnico, analizamos que ordena, decide y planifica los juegos como lo haría cualquier entrenador de nuestra primera división.
¡No marca diferencia!
Y, después de Pinto, la Selección Nacional necesitaba un técnico que marque diferencias, un entrenador de alto nivel y voltaje; capacitado, curtido, con recorrido y molido en zacate y aula.
Urgía un técnico como lo exigían los requisitos que pidió en su momento la Comisión de Selecciones y no un entrenador que no le teme a nada, mucho menos ser amigo de los futbolistas.
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