Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 20 mayo, 2015
Sinceramente no sé si estoy desubicado.
Si me hice viejo en la profesión y no capto el nuevo enfoque que se le da al periodismo deportivo.
Digo esto porque me parece que mis colegas costarricenses le dan a ciertas informaciones un relieve inusual y cuando creo que es asunto de Tiquicia, en el lugar de los hechos agrandan la nota con el mismo fervor que mis compatriotas.
El último ejemplo fue el error de Keylor Navas el pasado domingo.
Personalmente lo consideré como un hecho circunstancial, una acción que se ha repetido en miles de ocasiones en todas las canchas del mundo, un descuido de un portero que no tuvo para el equipo que defiende la mínima trascendencia.
Keylor quiso lucirse y pagó cara su osadía; su atrevimiento.
Centenares de porteros han hecho lo mismo.
El Real Madrid no perdió absolutamente nada por la “torta” del costarricense y aun si hubiera perdido el juego por el error del guardameta, la acción es del todo intrascendente, idéntica a que James Rodríguez o Cristiano Ronaldo hubieran perdido un gol muerto.
Hay un detalle en el análisis de mis colegas costarricenses y que también ocupó portadas de los diarios españoles que no entiendo.
Dijeron que Keylor Navas se había equivocado en el peor momento y hacen referencia al posible fichaje del portero David De Gea por el Real Madrid.
Mi duda nace de conocer si existe alguien que pueda ser tan infantil en considerar que Keylor Navas no sirve para nada por este error y que su gracia le va a costar su puesto en la portería merengue y su traslado a otra institución.
¿Cómo una acción casual, inesperada, aislada, intrascendente, puede ser parámetro o referencia para calificar la trayectoria de un portero brillante, repleto de logros y de honores, que simplemente se confió en una jugada y permitió un gol?
Si Keylor Navas deja al Real Madrid, ya sea que lo cedan o lo vendan, jamás va a ser por este descuido; habrá a lo interno del club otras razones de peso para tomar esa decisión.
Solo un “burro” puede considerar que este yerro del generaleño terminó de “hundirlo” y por eso sus días como merengue están contados.
Concluyo: a lo mejor el idiota soy yo que no me he percatado que el periodismo deportivo varió y lo que he considerado una acción intrascendente en un juego de fútbol, merece los titulares, portadas y proyecciones que la nueva prensa deportiva le dio al suceso.
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