Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 16 abril, 2015
Un clásico es un clásico y punto, dicta la mayoría.
El Saprissa-Alajuelense del pasado domingo no revestía el menor interés, digo yo.
En el estadio Ricardo Saprissa no cabía un alfiler.
¿Quiénes son los responsables de que Tibás estuviera repleto?
Nosotros los periodistas, capaces en los 184 programas deportivos por la radio, incluyendo Tano…qué tal!, los sábados de 10 a 11 de la mañana en Monumental de inflar ese globo a límites injustificados.
El clásico del domingo anterior no definía ni decidía absolutamente nada; la ventaja que le llevaba el Monstruo al León era abismal entre estos equipos; no estaba en juego ni un primer lugar, menos una clasificación y mucho menos un invicto.
Entonces… ¿por qué se llenó el Saprissa?
Por nosotros los periodistas deportivos, capaces durante una semana entera de no escribir, hablar ni mostrar imágenes de otro tema que no fuera el bendito clásico.
De cualquier frase intrascendente de uno de los directores técnicos encendemos la hoguera, buscamos piques inexistentes entre la dirigencia; sembramos cizaña entre los jugadores. Páginas enteras, fotos, entrevistas, imágenes y una revolución de palabras en las tertulias de los programas radiales que empachan, que atontan, que cansan por lo repetitivas. Los fanáticos de los dos equipos vomitan sandeces; modelos con las tetas peladas dan los vaticinios del clásico y ni saben lo que es una bola de fútbol; ponemos a pelear a Badilla con McDonald y a Guzmán con Gutiérrez y los estadígrafos que están de moda como grandes interruptores de las transmisiones del fútbol, nos empalagan con lo que sucedió en 1921 y en 1933 entre la Liga y el Sapri, como si a alguien le interesara.
Mientras los periodistas inflamos el evento y lo calentamos, los dirigentes del club anfitrión se frotan las manos proyectando la millonaria recaudación. Si por ahí del jueves la venta de boletos no camina, como por arte de magia todo el viernes y el sábado, los programas de radio y TV se vuelcan a promover el intrascendente partido. ¿Qué curioso, no?
¿Y saben cuál es el vacilón de todo esto?
Que estos dirigentes y los superinflados futbolistas en su enorme mayoría, siguen viendo a la prensa deportiva por debajo del hombro. Somos los malos de la película, nos llevan arrimados a los estadios, sin facilidades para trabajar, con decenas de requisitos y nos tiran de un lado para otro. Les estorbamos. Nos niegan entrevistas; ellos son los amos.
Brutos nosotros que les llenamos los estadios a cambio de nada. Digo yo… no sé.
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