Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Sábado 08 noviembre, 2014
El Deportivo Saprissa se juega en el clásico una de sus últimas oportunidades de ocupar el primer lugar al terminar la primera fase.
Quedar primero tiene sus ventajas, la mejor es cerrar en casa en la serie de ida y vuelta con el otro semifinalista. La otra ventaja es lotería. El primero juega contra el cuarto, supuestamente el menos fuerte de los clasificados, pero a la fecha no se sabe cuál equipo será el habitante de ese lugar. Hoy es Herediano, mañana pueden ser el mismo Saprissa, la UCR o el Cartaginés.
Todo pinta que el Alajuelense se mantendrá en la cima de la clasificación; si pierde el clásico, Saprissa se le acerca a tres puntos de diferencia pero con un juego más, lo que viene a ser como seis puntos de ventaja, muchos a menos que la Liga se derrumbe.
Entonces, con un Saprissa de pocas posibilidades de alcanzar la cima y con una Liga ajedrecística hasta el exceso, con un estratega que gusta de jugar con calculadora en mano, es difícil imaginarse un clásico abierto. Un empate salva el honor de las dos instituciones y es un resultado que al Machillo le encanta, porque deja las cosas igual.
El Alajuelense no tiene ninguna prisa y menos obligación de abrirse y atacar. No lo necesita. Probablemente asistamos a un nuevo partido al estilo Ramírez. Marcar, sostener, cuidar, proteger a Patrick Pemberton que el 0-0 conviene y si el rival ataca y anota, a esperar la reacción de los leones. No siempre les alcanza para empatar o ganar, sucedió con Herediano y Belén.
Al Saprissa tampoco le urge un golpe de autoridad porque no tiene que convencer a nadie de nada; hace pocos días amarraron una racha de seis partidos sin perder y ahora encadenan una de cuatro sin ganar. A como está la tabla de posiciones al campeón nacional lo que le sirve es clasificar, más que desesperarse por el primer lugar. Si ganan, muy bien, pero si empatan nadie va a “clavear”.
Me imagino entonces un clásico prudente, de respeto mutuo, pero que se puede romper y calentar por cualquier acción de los jugadores o el árbitro que “pique” al enemigo.
Eso pasó en el clásico provincial, la Liga lo jugaba con cálculo y prudencia, el 0-0 era bueno, pero llegó el penal, injusto para ellos y se sublevaron. Después de que el Mambo lo falló o Pemberton lo atajó, vimos un Alajuelense enardecido y apasionado, nada que ver con el del primer tiempo. Al Team le llegó un vendaval y esto (ojalá sin el penal) se puede repetir en el clásico.
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