Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 28 julio, 2014
De ser la admiración del mundo, nos convertimos en el ridículo del planeta.
Este aumenta por cada palabra que se le agregue al tema.
En el preciso instante en que un periodista decide convertirse en detective y desea investigar qué fue lo que pasó aunque ya lo sepa todo, le agrega una gota de sangre al escándalo.
El estiércol rebota en las agencias internacionales y en las redes sociales y Costa Rica como país se contamina.
El domingo leíamos una entrevista a Bryan Ruiz, donde un colega estuvo empeñado en que Bryan dijera que Jorge Luis Pinto era un hijo de p...
Como el capitán de la Selección no le decía lo que el periodista quería oír, le insistía y le insistía en cada nueva pregunta, obsesionado por escuchar lo que el quería oír, pero no lo que Ruiz quería decir.
Bryan le repetía que ya lo había dicho todo, que el trato del técnico no fue el correcto, pero el colega deseaba escuchar sangre, basura, le urgía que uno de los líderes de la Selección ensuciara aún más el nombre del entrenador, suponemos que para tener “una exclusiva”.
De manera que si los costarricenses no nos ponemos de acuerdo y paramos de una sola vez este desmadre, de un suceso probado hasta la saciedad y con miles de argumentos, como fueron el mal trato, la falta de educación, el irrespeto del entrenador hacia la delegación, lo que hacemos es echar leña al fuego, encender aún más las llamas del entorno y que el infierno verbal nos envuelva.
Urge un periodismo prudente y no sensacionalista.
Ya entre todos, le hemos hecho mucho daño a Costa Rica.
Jorge Luis Pinto solo denunció a una persona; para todas las demás, solo agradecimientos.
Sin embargo, el malestar, el enojo, las acusaciones y denuncias por su pésimo comportamiento como ser humano, fueron colectivas.
Se me asemeja esto a una guerra estúpida y actual.
Un bando lanza y lanza cohetes a territorio enemigo que por dicha y gracias a Dios, nunca le pegan a nadie; uno no se explica dónde es que rebotan; son lanzados centenares de cohetes que no matan ni una hormiga. El otro bando responde la agresión, pero sus cohetes y otras yerbas que lanza sí tienen desgraciadamente consecuencias mortales.
Parecido a lo de Pinto, lanzó un cohete aislado y como respuesta a su agresión verbal, recibió en su cuerpo toneladas de armamento por aire, tierra y mar de características nucleares.
Algo tiene el agua cuando la bendicen.
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