Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Sábado 26 julio, 2014
Estoy completamente seguro sin estar ahí metido, que las dos partes tienen razón y han dicho su verdad. Pretender callar a una de ellas en procura de una salida diplomática y con la paloma de la paz en el bolsillo, era imposible.
Y no se trata de lealtades o puñales.
Es que Jorge Luis Pinto no se iba a regresar a Cúcuta con esos elefantes en su espalda; jamás dormiría tranquilo. Estamos entonces en presencia de un director técnico extraordinario, sin inteligencia emocional.
También estoy seguro de otra cosa, sin haber estado ahí metido.
Jamás, jamás, se hubiera logrado lo que Costa Rica ganó en Brasil sin las “malacrianzas” del entrenador. Su adicción enfermiza a la perfección contamina cualquier grupo y ambiente y si la estadía en comunión es prolongada, en algún momento iba a estallar la olla de presión que se fue calentando día a día y que fue ignorada por la delegación, consecuencia lógica de las victorias resonantes en el terreno de juego.
La olla explotó en el Proyecto Gol cuando menos se esperaba y las verduras salieron disparadas desde los hornos de las cocinas y rebotaron en conciencias y personajes que la vieron calentarse con indiferencia, sin apagar el fuego, porque el primer lugar en el Grupo de la Muerte, el invicto y la clasificación a octavos y cuarto lugar en el Mundial hizo innecesario enfriar el hostil ambiente.
Quedó claro que Costa Rica no viajó a la Copa del Mundo con una delegación.
En Brasil, Pinto no delegó absolutamente nada.
¡Fue tirano y dictador!
No se movió un papel sin su consentimiento.
Imposible entonces que no se hayan producido roces y resentimientos, máxime si el perfeccionista como se cuenta, agrede verbalmente a la nutricionista o a la jefa de prensa o a cualquiera y entonces el resto de la delegación se siente herida y resentida por su desplante y mala educación.
Ahora, aquel hombre, ser humano al fin, que tuvo que disfrutar las mieles del triunfo en solitario, ignorado ante el mundo en el orgasmo del gol, sin abrazarse con nadie porque nadie quería abrazarse con él y siendo como lo fue el arquitecto de la hazaña, lógico que también en algún momento tenía que explotar.
Quiero entenderlo, tolerarlo y comprenderlo así.
La lógica, la prudencia, la inteligencia y la conveniencia ordenan de inmediato un alto el fuego.
Todos sabemos de los olores de la boñiga cuando se remueve.
Conocedor del medio, esto será imposible.
A miles les encanta el olor a mierda y van a seguir revolviendo.
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